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Actualizado: 3 de junio de 2025


A su lado, en otra butaca, estaba Calderón, hombre de unos cincuenta años, grueso, de cara redonda y sonrosada, adornada por cortas patillas grises; los ojos redondos, vagos y mortecinos.

En medio la fuente secular, ancho pilón de ocho lados con surtidor de granito, en forma de alcachofa, del cual salía poderosamente grueso chorro de agua cristalina, que cuando el viento huracanado de invierno le hacía pedazos inundaba las baldosas del contorno.

En el interior de aquella embarcación se notaba un esmero y una limpieza raros, y no se veía nadie a bordo, a excepción de un fraile, grueso y rechoncho, que llevaba un hábito azul y una cuerda ceñida a la cintura; pero el reverendo parecía presa de la mayor inquietud y angustia; armado de un enorme anteojo, lo paseaba incesantemente sobre el espacio que separa Santa María de la isla de León, lanzando a intervalos exclamaciones, lamentos e invocaciones que hubieran enternecido a un corregidor.

Gruesos á las líneas y grúa ó anchos de las ligazones; altura de bragada de las cuadernas, si llevaba sobrequilla y cuáles eran sus dimensiones. Espesores de los forros, y si llevaba cintas, cuál era su grueso. Si llevaba bulárcamas ó sobreplanes exteriores é interiores, cómo iban dispuestos y cuáles eran sus dimensiones.

En esto había alguna diferencia de unos pueblos a otros, como asimismo en la cantidad de algodón; pues, si el hilo había de ser para lienzo grueso, la tarea era como queda dicho, pero, si había de ser para mediano o delgado, era menor, proporcionado a la calidad del hilo.

Llegó el expreso de Madrid, y en él el doctor Ruiz. Venía sin equipaje, vestido con el abandono de siempre, sonriendo bajo su barba de un blanco amarillento, bailoteándole en el suelto chaleco, con el vaivén de sus piernas cortas, el grueso abdomen, semejante al de un Buda.

A las tres de la tarde salió del Hotel de París. Acababa de almorzar, solo, sin fijarse en las miradas que le dirigían de las otras mesas, evitando esos saludos amables que inician una conversación. Llevaba en la boca un grueso cigarro, y sus piernas, aunque firmes, estaban agitadas interiormente por un cosquilleo voluptuoso.

Si tu savais qui est celui-lá. ¡Voto al chápiro! Si supieras quién es aquel. Me volví como un rayo para ver á quién señalaba, y en efecto vi que miraba á un caballero que iba por la acera de enfrente. Cuando yo me volví, el caballero pasaba ya, de modo que no pude verle sino de espaldas. Era más bien bajo, algo grueso, casi rechoncho, de patillas negras muy largas.

Su traje era modestísimo, casi pobre, y se limitaba a chaqueta, chaleco y pantalón negros, de paño ordinario, sobre todo lo cual vestía, quizás a causa de la estación, un sobretodo de paño más grueso y del mismo color.

ESCIPIÓN. Y, no obstante, esas mujeres lo son de unos maridos a quienes pegamos ayer. Eso prueba que existe también un medio de apoderarse de las mujeres. Por desgracia, no lo conocemos. Es de todo punto necesario conocerlo. Pero ¿cómo? EL GRUESO ROMANO. Hay que preguntárselo a las mismas mujeres. No nos lo dirán. ¡Silencio! Nos están oyendo. ESCIPIÓN. Tengo un plan.

Palabra del Dia

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