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Actualizado: 10 de junio de 2025
Hace dos mil quinientos años era ya famoso en Grecia el poema de la Ilíada. Unos dicen que lo compuso Homero, el poeta ciego de la barba de rizos, que andaba de pueblo en pueblo cantando sus versos al compás de la lira, como hacían los aedas de entonces. Otros dicen que no hubo Homero, sino que el poema lo fueron componiendo diferentes cantores.
Ese mar, tal como es, con sus climas poderosos, templa admirablemente al hombre, dándole la fuerza seca, la más resistente, y formando las razas más sólidas. Nuestros hércules del Norte son tal vez más fuertes, empero indudablemente no tan robustos ni aclimatables como el marino provenzal, el catalán, el de Génova, el de Calabria, el de Grecia.
El aire era musical, como si en sus ondas vibrasen las cuerdas de invisibles arpas. Esta era para Freya la verdadera Grecia imaginada por los poetas, no las islas de rocas quemadas y desnudas de vegetación que había visto en sus excursiones por el archipiélago helénico. ¡Vivir aquí el resto de mi vida! murmuró con los ojos húmedos . ¡Morir aquí, olvidada, sola, feliz!...
En toda el Asia, en toda la Turquía de Europa, en Italia, en Grecia, en casi toda España, en Portugal, en la mayor parte de América; en la América tradicional por hábito, aunque sea social por instituciones que no han tenido tiempo de renovar la faz política; en todos esos pueblos enumerados la mujer pertenece al primer período: es egipcia; es la esclava del Faraon que se llama marido; familia, hogar; es la flor que se cria en el jardin para que la huela su amo.
Las hojas que le adornan son de acanto silvestre, como las que empleó Calimaco al introducir entre los órdenes griegos el bello capitel corintio; y su disposicion en todo conforme con la que se observaba en los mejores tiempos del arte, así en Grecia como en Roma, en los siglos de Pericles y de Augusto.
Quedóse este anonadado, púsose Jacobo furioso, y el señor Pulido, sin fuerzas para enarbolar el dedo indicador, sin alientos para murmurar ¡lo dije! , enmudeció como Casandra a la vista de Troya destruida y Grecia triunfante.
Era el Oriente que entraba en Europa, no como los monarcas asirios, por la Grecia, que les repelía, viendo en peligro su libertad, sino por el extremo opuesto, por la España, esclava de reyes teólogos y obispos belicosos, que recibía con los brazos abiertos a los invasores. En dos años se enseñorearon de lo que luego costó siete siglos arrebatarles.
Los primeros civilizadores de la Grecia fueron músicos y poetas. Los sacerdotes, los sábios los médicos los filósofos y los matemáticos, fueron los primeros poetas griegos. Anfion, por el poder irresistible de las armonías de su lira, segun cuenta la fábula, puso en movimiento las piedras y levantó los muros de la ciudad de Tebas.
Luego, al fin de la edad que medió entre aquella pelea y el descubrimiento de América, volvieron los gustos de antes, de Grecia y de Roma, en las casas graciosas y ricas del Renacimiento. En América vivían los indios en palacios de piedra con adornos de oro, como ese de los aztecas de México, y ese de los incas del Perú.
En las comunidades del Reino de Valencia, en tiempos de nuestros abuelos, los que mas fielmente sirvieron fueron los moros, y el servirse de ellos contra cristianos se tuvo por lícito, y necesario. No de otra manera sirvieron los Turcos á los Catalanes en Grecia, á mas de que la propia defensa disculpa cualquier yerro que en este se pudiera haber hecho.
Palabra del Dia
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