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«¿Quién vivía en aquella casa? Yo. Tomás Rufete tenía por vecino en el piso tercero a un licenciado de la Guardia civil. ¿Se acuerda usted? Yo no. ¿Tampoco recuerda usted cuando se quemó esa casa? De eso tengo una idea; era yo muy niña. Mi hermanito empezaba a andar entonces. Mucho, mucho. Cuando se quemó la casa, Nicolás Font... ¿El guardia civil? Estaba enfermo de gravedad.

Al cabo y fin de las hileras venía una señora, que en la gravedad lo parecía, asimismo vestida de negro, con tocas blancas tan tendidas y largas, que besaban la tierra.

Pasada la excitación del peligro, y al apreciar fríamente la gravedad de éste, sintió una cólera vengativa, más intensa que la que le había impulsado hacia la puerta en la noche anterior.

EVARISTA. ¡Ay! no opino lo mismo, no, no... Aquí están... y también Cuesta, para que no pueda uno hablar con libertad... PANTOJA. Vengo a contar a usted cosas de la mayor gravedad. Sea lo que Dios quiera. Sea lo que Dios quiera... ... Pero queramos lo que quiere Dios, y apliquemos nuestra voluntad a producir el bien, cueste lo que cueste.

Benditas sean sus manos dice el joven en voz baja y tímida, y con más gravedad que de costumbre. No puede menos de acordarse de su madre muerta, que continuamente estaba quejándose del polvo insoportable y de que no hubiera en todo el patio el más pequeño sitio para descansar. ¡Qué lástima que no pueda ver esto! dice a media voz, siguiendo su pensamiento. ¿La madre? pregunta ella.

Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena presto se guisa la cena, y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener seso ha menester. ¡Eso , Sancho! -dijo don Quijote-: ¡encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre, y yo trómpogelas!

Temía que mis generosos amigos fuesen víctimas de su abnegación, y mis presentimientos se vieron realizados, al menos para Teobaldo, pues algunos días después, enfermo de bastante gravedad, padecía la misma dolencia que me aquejaba; Carlos entonces se alejó de , me abandonó; Teobaldo estaba peligrosamente enfermo, y era el amigo a quien amaba más en el mundo.

Se le habla de una empresa de mucha gravedad para la cual se cuenta con su práctica de mundo, y su inteligencia particular en aquella clase de negocios. D. Nicasio está á disposicion del proponente; no tiene ninguna dificultad en entrar de lleno en la empresa, y hasta en comprometer en ella una parte de su fortuna.

Primero pagó la multa, y luego se le permitió defender su pleyto ante el consejo del gran Desterliam, donde dixo así: Astros de justicia, pozos de ciencia, espejos de la verdad, que con la gravedad del plomo unís la dureza del hierro, el brillo del diamante, y no poca afinidad con el oro, siéndome permítido hablar ante esta augusta asamblea, juro por Orosmades, que nunca ni la respetable perra de la reyna, ni el sagrado caballo del rey de reyes.

Hay un gran cantero de alhucema en la Casa Roja: a la señora le gusta mucho. Está bien dijo Silas con gravedad , siempre que no nos dediquéis demasiado tiempo o que no pidáis en la Casa Roja nada que tenga algún valor.