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Al pie de las peñas, estaban unas casas mal hechas, que más parecían ruinas de edificios que casas, de entre las cuales advirtieron que salía el ruido y estruendo de aquel golpear, que aún no cesaba.

Otras veces lo encontraba sentado en el puesto de un remendón, rozando con la cabeza las viejas caricaturas anticlericales de El Motín pegadas a la pared, mientras hablaba al zapatero de Dios y de los santos, sin intimidarse por los canturreos burlones y el golpear del martillo sobre la suela.

Sin embargo, dijo con indiferencia: Como queráis; pero ante todo, voy a beber un trago de cerveza. Y después de haber llamado, se recostó en dos sillas y se puso a golpear la repisa de la ventana con el mango del látigo.

Hay un viejo militar invalidado la primera vez que entró en campaña; él quizá tenía una visión homérica de la vida, soñaba con el laurel del héroe, con el botín y la aventura, y todo su ensueño fracasó en el momento inicial por la crueldad de una bala perdida que le negó el triunfo de una bella muerte y le condenó a arrastrar una hórrida y grotesca pata de palo, cuyo seco y monorrítmico golpear es un irónico estribillo a la galana bizarría de su ideal truncado.

Es necesario temer que el pensamiento sereno que se aproxime a golpear sobre las exterioridades fastuosas, como sobre un cerrado vaso de bronce, sienta el ruido desconsolador del vacío.

Unas veces, era el golpear brusco del amo que llama á la puerta; sacudidas como de una mano de hierro que quisiese arrancar el marco; otras, agudos quejidos por la chimenea, lamentos por no poder penetrar, amenazas porque no abríamos la puerta, en fin, cóleras, horrorosas tentativas para arrancar el techo.

El fundador del militarismo, Federico Guillermo, cuando se cansaba de dar palizas á su esposa y escupir en los platos de sus hijos, salía á la calle garrote en mano para golpear á los súbditos que no huían á tiempo. Su hijo Federico el Grande declaró que moría aburrido de gobernar un pueblo de esclavos.

Como ustedes ven, señores, la cosa iba poniéndose seria. Y, de pronto, siento que mi corazón se ensancha... Es necesario que hable; , es necesario que hable. Me pongo a golpear la copa como un poseído. ¡Por el amor de Dios, cállate! me susurra mi novia... quiero decir, mi mujer. Pero, aunque la cosa tuviera que costarme la vida, tengo que hablar.

Pero Amalia a los pocos momentos se ponía nerviosa, el llanto de la niña excitaba sus sentidos, entraba en furor como una pantera hambrienta, y concluía por golpear frenéticamente hasta que la dejaba trémula y ensangrentada a sus pies. Desde la carta del conde había aumentado, si era posible, su odio a la criatura; la trataba aún más despiadadamente.

Mientras le trasladaban a su alcoba y se iba a buscar el médico, llegó Pablo de la calle, y enterado del suceso, convino con la desolada Casilda en que era urgente avisar a Gregoria. Pablo sabía el escondite de Gregoria; fué, pues, a golpear a la puerta de Esteven.