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A ésta debe sus goces, su elegancia, todas sus luces; y prospera con sus utilidades, y vive de su médula y de su sangre.

Allí dentro todo eran goces y alegrías; fuera no había sino silencio y sombra; un hombre en tierra, como soldado herido que se desangra en el campo de batalla, y un cielo de azul profundo, casi negro, estrellado, que desde su inconmensurable altura miraba con millares de ojos, tan indiferente a los placeres de unos como a la desdicha de otros.

Sus goces son vanos y sus penas verdaderas. Si no tuviera el deber de limpiar mi nombre á causa de mi madre y de mi hermana, no aceptaría nada de ti é iría á llamar á la puerta de un convento, donde acabaría mi vida en la meditación y en el silencio. ¡Qué, Jacobo! Joven, rico aún, con la esperanza de la dicha, ¿quieres huir del mundo? , Lea.

En los últimos siete años vivió bajo el imperio de su torpe apetito insaciable. Jamás un pensamiento melancólico de remordimiento vino a acusar en aquella ruin naturaleza la presencia del sentido moral. Cada vez más exacerbada su ansia de goces la arrastraba últimamente a mil pasos extravagantes y peligrosos.

En cada una de estas circunstancias, la joven concluyó por notar que Huberto se preocupaba, sobre todo, del efecto que producía la belleza de su novia, y que sus goces crecían en razón directa de la admiración que manifestaban por ella y de la envidia que suscitaba.

En todas las ocasiones, el desprenderse de una cantidad fuerte le costaba siempre algún trabajo, al contrario de los dadivosos que cuando dan parece que se les quita un peso de encima. Y como conocía tan bien el valor de la moneda, sabía emplearla en la adquisición de sus goces de una manera prudente y casi mercantil. Ninguno sabía como él sacar el jugo a un billete de cinco duros o de veinte.

Con rápida frase y mirando duramente a uno de los brazos del sillón donde se hallaba sentada, repuso: Pues yo estoy segura de que mi corazón no hará ¡paf! ningún día. ¿Por qué aseguras eso, Cecilia? Las mujeres, más que los hombres, están hechas para el amor, para los goces que éste proporciona, para la vida de familia.

A fuerza de ser traídas y llevadas por su mamá de salón en salón, de teatro en teatro, de fiesta en fiesta, parecían fatigadas, pero no hartas de frívolos pasatiempos y goces.

Tal vez él no creía en tal penuria; tal vez, como un miserable, pensaba que ella podía entregarse a cierta clase de aventuras, que le facilitarían suficientes medios para vivir en la abundancia. Pues, no, no. Creyéralo o no, ella no podía dejar de volver los ojos a la vida tranquila, serena, que él la había enseñado a preferir, penetrando sus verdaderos goces.

Sería su viaje de novios como un vuelo sin fatiga por un desierto azul; sería la posesión pacífica y suprema de todos los goces del amor, en un olvido absoluto de la tierra, en una excelsa meditación sin turbaciones, en una vida nueva, sin límites, sin horizontes, inmensamente feliz.