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Así los singulares defensores de Goethe a quien aludimos, suponen que el poeta sacrificó nobles afecciones y hasta sagrados deberes; pero, lejos de condenarle, le encomian por ello.

Goethe rechaza, en virtud de esta doctrina, la doctrina, la división, entonces tan en moda del arte en cristiano y pagano. Para él no hay más que un arte, cuyo fondo, cuya sustancia, por infinita y sublime que quiera suponerse, debe entrar y ajustarse, con número y medida, y exactitud y precisión, dentro de una forma limitada e individua.

Eran como lentejuelas, medio desprendidas de un manto y próximas a caer. En la obscuridad del horizonte marcábanse unos fulgores lejanos, tres pinceladas rojas sobre una línea de puntitos de luz apenas perceptibles: los fuegos de un trasatlántico que se cruzaba con el Goethe marchando en opuesta dirección.

Hay que levantarse del asiento dar un paseo y asomarse a la barandilla para convencerse de que se está en el mar. Aquí, no: aquí se siente uno marino; puede abarcarse por entero el redondel del Océano, que no termina nunca, y en el que siempre ocupamos el centro, por más que avancemos. Mire usted, Ojeda, qué cosas tan majestuosas lleva en su cabeza el amigo Goethe.

Las composiciones son tres: dos muy breves; y una de estas dos parece calcada sobre cuatro versos del Prólogo en el cielo del Fausto. La coincidencia es inverosímil. Y, aunque no es imposible, yo encuentro raro y sospechoso que un brahman lea a Goëthe y le imite. Vamos, lee los versos sin más prólogo.

El orgullo y la jactancia que le inspiraba ella, antes de su caída; la rabia que le causa la pérdida de su honra; las palabras todas que pronuncia antes y durante el duelo; y sus terribles reconvenciones a Margarita, cuando está ya moribundo, todo esto es real y bello a la vez. Goethe en tres o cuatro hojas, levanta una figura viva, que no se borra nunca de la mente de nadie.

Contra la soñada impasibilidad de Goethe protestan otros amores, y singularmente los que le inspiró Carlota Buff. No se mató por ella; pero Werther fue el precio de su rescate y de su vida. La poesía le libró.

No es extraño que Goethe se apoderase de él en su primera juventud, y no le dejase durante más de 50 años, hasta cumplir 82. ¿Cuánto no escribió Goethe en este medio siglo largo? ¿Qué asuntos no trató? ¿Qué género de literatura no cultivó con éxito?

Parece que la distinción y dotes físicas deberían ser nativas en todos los portadores de la lira. ¿Apolo, el crinado numen lírico, no es el prototipo de la belleza viril? Mas no todos sus hijos nacen con dote tan espléndido. Los privilegiados se llaman Goethe, Byron, Lamartine, Poe.

Goethe creía en Dios; pero su inclinación natural le llevaba a buscarle, no en el centro del alma, sino derramando el alma en la naturaleza, donde Dios se le revelaba. Era, pues, más teósofo que místico.