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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Cada medio-canton tiene sus ciudadanos propios, y solo poseen el sufragio comun unas cien familias de patricios primitivos que gozaban del derecho ántes de la division del Estado. Las instituciones de los dos medio-cantones ó gemelos políticos son tan análogas que basta indicar las de uno de ellos para dar idea del todo.

Cotéjense estos pensamientos de madre cariñosa con aquellos otros de mujer desjuiciada; considérese que son dos eslabones gemelos de una misma cadena de ideas, y vuelvan a venir aquí los fisiólogos de marras para apuntar este nuevo fenómeno en su libro de curiosidades psicológicas.

Luego había sorprendido varias veces los gemelos de ella fijos con insistencia en su persona, buscándolo en su retiro entre barreras. ¡Aquella gachí!... Tal vez se sentía atraída de nuevo por los mozos de corazón. Gallardo pensaba visitarla al día siguiente, por si había cambiado el viento. Sonó la señal para matar, y el espada, luego de un corto brindis, marchó hacia el toro.

Nada de joyas, ni siquiera un brazalete; pero, en cambio, sus movimientos, ademanes y posturas estaban impregnados de aristocrática gentileza. Don Juan enderezó hacia ella los gemelos, y viéndola tan hermosa creyó no haberla poseído nunca. No parecía muchacha plebeya elegantizada de repente, sino hija de grandes, hecha desde niña a todos los refinamientos del lujo.

La Roca de San Pablo fue quedando a la popa del trasatlántico. El islote estéril recibió el título de antipático de boca de las señoras, que dejaron de mirarlo, falto ya de interés. Visto sin los gemelos, parecía algo repugnante que flotaba sobre las aguas: los residuos digestivos de un leviatán; un montón de deyecciones del fabuloso pájaro Roc.

Dirigió éste por largo rato los gemelos a Raimundo de un modo impertinente y hasta provocativo. Nuestro joven le pagó con algunas inocentes miradas de curiosidad, porque no tenía el honor de conocer al terror de los maridos. Comprendiendo que su hermana estaría impaciente, aunque desde el palco no la perdía de vista, se alzó de la silla para despedirse.

En los teatros, para comunicarle cualquier noticia, pudiendo hablarle sin obstáculo alguno, prefería emplear un sin número de signos masónicos o señales misteriosas hechas con el abanico, los guantes, los gemelos o cualquier otro utensilio, de lo cual resultaba en ocasiones no poca confusión y perplejidad para Miguel.

La de las botas. ¿Las traerá puestas? Bonis calló. Di, hombre, ¿crees que las traerá puestas? Sería... un anacronismo. Calla, calla; ahora se sube al trono... ¿a ver?... No, no se le han visto los pies. Acaso cuando se baje.... Emma asestó los gemelos a los bajos de la tiple; y como esta no acababa de levantarse de su trono, subió la mirada hasta el rostro de Serafina.

El hombre llevaba con desenvoltura un elegante traje de viaje y unos gemelos en bandolera. Ella, muy sencilla, iba empujando uno de esos encantadores cochecitos ingleses, obra maestra de la industria nacional de ese pueblo pesado y prosaico de ordinario, pero de un gusto tan delicado y refinado en todo lo que se refiere a la infancia.

Contraían los ojos para dar mayor potencia a su visualidad; pasábanse de mano a mano los gemelos prismáticos, explorando el límite del Océano, sobre cuyo lomo se abullonaban tenues vapores. «Ya se ve Cabo Verde...» Otros dudaban. No eran las islas: eran simples nubes.

Palabra del Dia

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