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Actualizado: 21 de junio de 2025


Apenas si esa cifra hubiera sido suficiente para los gastos de Lea y para los míos si una prudente economía hubiera reglado las necesidades corrientes; pero el desorden de Lea era incurable y yo no era tampoco muy previsor. Ello fué que al cabo de unos meses me encontré en los más graves apuros. ¿Para qué recordaros los detalles de aquella triste época? Los conocéis tanto como yo.

No; y precisamente por eso se alejó de mi hijo, pues no quiso contraer deudas para asociarse á sus gastos... ¡Ese fué el principio del desastre! Perdóneme usted si insisto, pero es de toda necesidad. ¿Cuando Jacobo conoció á esa desgraciada mujer que le condujo á la locura... á esa Lea Peralli, estaba todavía Sorege en buena amistad con él? Seguramente.

Me lo ha dicho la portera y lo sabe toda la calle. Antonio es quien sostiene los gastos de la casa; pero cuando él no está entran como visitas los corredores jóvenes, toda la pollería de la Bolsa, que se burla de mi marido. ¡Ay, Señor, qué vergüenza! ¡Y ese hombre tan satisfecho y tan tranquilo, sin acordarse de que tiene mujer y un hijo y que su nombre es muy respetado en la plaza...!

Una vez que este se abra, la importancia de las Marianas, Carolinas y Palaos, será grande si se sabe aprovechar la situación que aquellas islas ocupan en el Gran Pacífico. Buena prueba de esto se encuentra en el personal filipino que habita en el recinto de la Exposición. Hoy los gastos son muchísimo mayores.

Los accionistas creyeron de buena fe que eran sus efigies, y quedaron vivamente agradecidos al dibujante. Fué designado como local para la imprenta un almacén de don Rudesindo, pagándole la renta, por supuesto. A la redacción se destinó en el mismo local un compartimiento, para lo cual hubo que ejecutar algunas obras. Montóse al fin la imprenta, no sin muchos e impensados gastos.

»Pasando a otra cosa, yo tengo para que el marqués viudito está más tronado que la nación española. Sus deudas se remontan como el águila ávida de las altas cumbres; sus gastos no disminuyen. Para estos tales, carecer es morir, y pasarán por toda clase de ignominias antes que decapitarse renunciando al lujo y a la vida de rumbo y disipación.

Los lujos y prodigalidades de la familia tenía que pagarlos él, ¡él, que en su casa había ocupado un lugar intermedio entre los criados y sus hermanos! No daría un céntimo; que se arreglase su madre como pudiera. Nada le debía, pues le entregaba íntegro el salario de la tienda, satisfaciendo con creces sus gastos.

E porque estos prestidos que podian ser en número de cien cuentos, no bastaban á los gastos continos que se recrecian en la guerra, acordó vender alguna cantidad de maravedís de sus rentas para que los oviesen por juro de heredad cualesquier personas que los querian comprar, dando diez mil maravedís por un millar.

Y no se sufragaban sus gastos de coche y palco, porque lo proporcionaban sus amigos, hijos de millonarios todos, y por ende, riquísimos. ¡Válgame Dios! pensar que Quilito fuera a apolillarse en una oficina, se embruteciera en una estancia o se degradara en el comercio... ¡Un Vargas!

Los diarios, relaciones y noticias darán una verdadera idea de esta asercion. Pero ¿qué hemos conseguido en tan repetidas tentativas? ¿Qué hemos sacado de tantos gastos y pérdidas tan considerables?

Palabra del Dia

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