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Actualizado: 23 de noviembre de 2025
El conde abrió la puerta del jardín y ambos pasaron adentro. Era muy grande, y estaba bastante descuidado. Desde que la condesa había dejado de venir a la Granja casi en absoluto, los criados apenas tocaban en él. Luis era más dado a hacer ensayos de nuevos cultivos, a criar ganado, a desecar terrenos, que a las flores.
Esa frase que se había ganado y que le distinguía de los demás mortales, le sonaba en el oído de una manera especial: la encontraba dulce, acariciadora, melodiosa.
Un día iremos dijo, al recordarle él los jardines de San Martino . Te lo prometo. Pero necesito verme libre de preocupaciones; haberlo perdido todo ó ganado todo. Debo aprovechar el tiempo... Ya ves; ahora la fortuna parece que vuelve á acordarse de mí. Ganaba poco, pero ganaba; y esto le hacía esperar la repetición de aquella racha de buena suerte que había conmovido al Casino.
¿Quien duda que San Pedro, como vido Su templo de los malos profanado, Pues fué de su Señor el elegido Por, cabeza y pastor de su ganado, Que no dijo: "¿Señor, porque has querido A tu pastor dejar desamparado? Mira que está en oprobio tu rebaño, Remedia, buen Jesus, tan crudo daño."
En efecto; en el sitio donde torcía la calle, frente a la taberna de Los tres pichones, avanzaba en medio de un corro de muchachos que silbaban, saltaban y gritaban «¡El Rey de Bastos! ¡El Rey de Bastos!», , avanzaba, repito, el más extraño personaje que es posible imaginar: figuraos un hombre de barba y cabellos rojos, el rostro grave, la mirada sombría, la nariz recta, las cejas juntas en medio de la frente, con un círculo de hojalata en la cabeza, con una piel de perro de ganado, de color gris acero y largos pelos, puesta sobre la espalda y las dos patas de delante atadas alrededor del cuello; el pecho cubierto de crucecillas de cobre falso; las piernas vestidas con una especie de calzón de lienzo gris, atado por encima del tobillo, y los pies desnudos.
Los que enviudan se encierran durante un mes, y renuncian á montar á caballo miéntras permanecen viudos, temerosos de espantar al ganado.
-Calla, Teresa -respondió Sancho-, que muchas veces donde hay estacas no hay tocinos, y vámonos a nuestra casa, que allá oirás maravillas. Dineros traigo, que es lo que importa, ganados por mi industria y sin daño de nadie. -Traed vos dinero, mi buen marido -dijo Teresa-, y sean ganados por aquí o por allí, que, comoquiera que los hayáis ganado, no habréis hecho usanza nueva en el mundo.
Gallardo, al oírle, sintió que el pasado venía de golpe a su memoria, y reparó el olvido añadiendo tras el nombre: «rico minero de Bilbao». Luego presentó al «famoso doctor Ruiz»; y los dos hombres, como si se conociesen toda la vida, unidos por el entusiasmo de la común afición, comenzaron a charlar sobre el ganado de la tarde.
Su padre lo declaraba a todo el mundo... Después de comer en dulce compaña, con la satisfacción de los que saben que su pan está bien ganado, él, otra vez al campo y ella a coser, a cuidar del gallinero, a vigilar el amasijo de las teleras.
Pues señor... vivía en aquella casa un tío de la tal, hermano de la huevera, buen tipo, el mayor perdido y el animal más grande que en mi vida he visto; un hombre que lo ha sido todo, presidiario y revolucionario de barricadas, torero de invierno y tratante en ganado. ¡Ah! ¡José Izquierdo!... te reirías si le vieras y le oyeras hablar.
Palabra del Dia
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