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¡Las seis! es preciso asistir al vestuario. ¿Qué tal estoy? Bien: parece usted un verdadero abate; dese usted más negro en esa mejilla; otra raya; es usted más viejo. Usted que está perfectamente, señor, y cierto que daría los mejores trozos de mi comedia por ser el galán de ella, y hacer el papel con usted. Se me figura que está frío el segundo galán.

Mas no para qué les pregunto esto, pues ya que lo son. Mas díganme: ¿cómo no han ido a la aduana del señor Monipodio? ¿Págase en esta tierra almojarifazgo de ladrones, señor galán? dijo Rincón.

La joven se quedó petrificada de espanto, y la mirada que dirigió á Bozmediano hizo comprender á éste cuánto la había comprometido. El galán creyó que el mejor partido que podía tomar era marcharse muy quedo, seguro de que la persona que había dicho "Clara", con voz que no conoció, no podía haberle sentido.

Ese es grande desvario: Hay mas gusto que ser moro? Mira este galan vestido Que mi amo me le ha dado, Y otro tengo de brocado Muy mas rico y mas pulido.

Ovidio no refiere si el enamorado Píramo se ponía en actitud tan cómica cuando buscaba en la muralla una hendidura por donde contemplar a Tisbe; si así era, fortuna tuvo el galán en no ser visto por la dama.

Era raro el galán que duraba más de un par de meses en su gracia. En realidad ninguno estaba en posición de merecerla. En Lancia y en el resto de la provincia no había quien tuviera hacienda proporcionada a su dote. Si alguno existía, no estaba por su edad habilitado para casarse con tan tierno pimpollo.

Galán que te marchas, por muerto te cuenta, que amores ausentes no hay cosa más muerta. Son, , los amantes una vida entera, dos cuerpos y un alma que un nudo los sella. Pero en los dos ellos hay tal diferencia, que muere el que es ido y vive el que queda. Acaso el estante, porque bien parezca duelos por tres días al ido celebra.

Atinada anduvo Antoñona en no decirle que iba a venir, sino hasta poco antes de la hora. Aun así, gracias a la tardanza del galán, la pobre Pepita estuvo deshaciéndose, llena de ansiedad y de angustia, desde que terminó sus oraciones y súplicas con el niño Jesús hasta que vio dentro del despacho al otro niño. La visita empezó del modo más grave y ceremonioso.

El verro, viéndose aplaudido, extremaba los movimientos y contorsiones, persiguiendo a su pareja, saliéndola al paso, envolviéndola en la complicada red de sus movimientos, mientras Margalida giraba y giraba con la vista baja, evitando el encuentro de sus ojos con los del temible galán.

En la escena inmediata, no ya en Santiago, sino en Toledo, Don Pedro, joven galán, persigue en la calle á Angélica, seductora doncella toledana, é intenta acercarse á ella dirigiéndole frases amorosas; pero es rechazado con desprecio.