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Actualizado: 26 de junio de 2025


»Mis artículos llamaron la atención; muchos periódicos de Madrid y provincias, pero en particular La Gaceta Económica, que era el órgano más autorizado de la escuela economista, reprodujeron dichos trabajos, elogiándolos calurosamente.

Habiendo visto de cerca la guerra civil, comprendió que no hacía sino empezar y que prometía ser encarnizada y duradera, a pesar de que la Gaceta anunciaba diariamente la dispersión de las últimas partidas y la presentación del postrer cabecilla. Desde luego Baltasar traía un grado más, y ganas de precipitarse en algún abismo cubierto de flores, ya que las balas carlistas se lo toleraban.

Haré merced a mis lectores de las más de mis meditaciones; no hay periódicos bastantes en Madrid, acaso no hay lectores bastantes tampoco. ¡Dichoso el que tiene oficina, dichoso el empleado, aún sin sueldo o sin cobrarlo, que es lo mismo; al menos no está obligado a pensar; puede fumar, puede leer la Gaceta!

¿Dónde está, dónde está esa Gaceta? Al punto corrieron el Marqués y D. José María a la habitación inmediata. La Marquesa, que no había parado mientes en mi persona aunque le hice reverencias muy profundas, acercóse a su sobrina, y mostrándole un medallón que en la mano traía, le dijo: ¿Te gusta? ¿No es verdad que está parecido? El pintor ha hecho un hermoso retrato.

En el año de 1863 se publicó en Madrid un periódico, titulado La Gaceta Literaria, cuyo propietario y director era el Sr. D. Felipe González Vallarino, y cuya parte literaria se había confiado por éste al traductor de la presente obra.

La Gaceta de Rosas, tan pródiga en calumnias y difamaciones, no acierta a injuriarlo con provecho, descubriendo a cada paso el respeto que a sus detractores inspira; llámale manco boleado, castrado, porque siempre ha de haber una brutalidad y una torpeza mezclada con los gritos sangrientos del caribe.

Entonces la ceremonia no existía, el pueblo se manifestaba diariamente sin previa designación de puestos impresa en la Gaceta; y sin necesidad de arcos, ni oriflamas, ni banderas, ni escudos, ponía en movimiento á la villa entera; hacía de sus calles un gran teatro de inmenso regocijo ó ruidosa locura; turbaba con un solo grito la calma de aquel que se llamó el Deseado por una burla de la historia, y solía agruparse con sordo rumor junto á las puertas de Palacio, de la casa de Villa ó de la iglesia de Doña María de Aragón, donde las Cortes estaban.

Los sueltos que leer en aquella ocasión pueden verse en la Gaceta Ministerial de Sevilla, periódico oficial de la Junta Suprema. En sus breves columnas se insertaban diariamente despachos y noticias que remitían de todas partes... Dictábalas el entusiasmo y las devoraba la credulidad, y como nadie las discutía, el efecto era inmenso.

El Tedéum se posterga de un día a otro, y la agitación de la ciudad, el ir y venir, la excitación, la interrupción de todo trabajo dura cuatro, cinco días consecutivos. La Gaceta repite los más mínimos detalles de la espléndida función.

Estas manifestaciones dieron motivo á las cándidas líneas que la Gaceta de Sevilla, escrita por Lista, insertaba en su número del sábado 10 de Febrero: «Anoche asistió S. M. á la función que le había ofrecido la Ciudad en el teatro, el cual ha sido abierto al cabo de dos años que permaneció cerrado. Hubo una cantata, comedia, sainete y varias danzas de las propias del país.

Palabra del Dia

rigoleto

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