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Actualizado: 15 de julio de 2025


Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

Ni sueñes que la gloria te sonría; que la revolución es el castigo que Dios a un pueblo delincuente envía. La fiebre de odios que tu pecho agita ya es más que fiebre vértigo iracundo, cráter que horrores sin cesar vomita. ¿Porqué, porqué, escandalizando al mundo, se ensaña hasta en el mismo sacerdote tu rencor despiadado y furibundo?

Más tarde me lo dirás. Mira, viejo negro, que tengo en la selva compañeros libres, y si nos tocas a o a los míos, quemarán tu aldea. Mis guerreros me defenderán. ¡Oh, bandido! El Capitán, furibundo, se había levantado amenazando con los puños al jefe, cuando de pronto oyó dos disparos de fusil, seguidos de gran gritería. ¡Dos disparos! exclamó Hans . ¡Sin duda son Cornelio y Van-Horn!...

Pero con el sacudimiento del 68, encendiose el ánimo del obrero; de manso se hizo furibundo, de discreto charlatán; creyó que el mundo se iba a volver del revés, y que la sociedad alteraría sus elementos inmortales; vio la eterna columna con el ligero capitel en el suelo y el pesado plinto en el aire; imaginó que de allí en adelante se andaría con la cabeza y se pensaría con los pies; y llevado de estas ideas, tomó parte en todos los motines, trabajó en todas las sublevaciones, fue desterrado, perseguido, moró en calabozos y arrastró durante algún tiempo vida penosa y miserable.

La ciudadana salió muy afligida, y le dijo: A ver cómo le ponemos una ayuda á Joaquinito, que está muy malo. ¡Si vieras qué vomitona le ha dado! ¿Se la pongo de malvas? Póngasela de demonios cocidos, hermana exclamó Tres Pesetas furibundo. Poco á poco, señores contestó Calleja. ¿De malvas ó de aceite?

Azorado el pobre hombre y sin saber á qué santo encomendarse, dió algunos pasos por el zaguán, cuando se abrió de golpe la puerta interior y apareció el furibundo francés, cerrados los puños y las deformes facciones convulsas por la ira. ¡Todavía estáis ahí, perros ingleses! gritó. ¡Mi espada, venga mi espada!

Vámonos, pues, á ver lo que sucede en casa de don Silvestre Seturas. No bien llegaron á ella los dos amigos, cuando el de Madrid, arrojando sobre una silla su sombrero, y dejándose caer sentado en la inmediata, dijo, entre desalentado y furibundo: ¡No puedo más, amigo mío! Esta reciente escena acabó con mi paciencia y con la última de mis pueriles ilusiones.

Las personas de la familia, a quienes él quería, eran las más ineptas para dominarle, pues contra ellas iba la descarga de su recelo furibundo. «Bueno, bajaré dijo Maxi tomando su sombrero . Tengo que ajustarle las cuentas al señor de Ballester. De no se ríe más... Y en último caso, que me lo diga cara a cara. ¿A que no se atreve?

El orador se detiene y la ausencia de su letanía llama a la vida real a Gambetta, que levanta la cabeza, ve las olas alborotadas, destroza una regla contra la mesa, da un campanilleo de cinco minutos, adopta un aire furibundo, se pone de pie y grita: «Mais c'est intolérable!

Y vos, prima, lo interpretáis maravillosamente. ¡Pues lo que es vos, Pablo, habéis bostezado y bien! exclamé poniéndome de pie tan bruscamente, que los jugadores de ajedrez, lanzaron un gruñido furibundo. Creo que dormías, Reina. No, no dormía, y te aseguro que Pablo ha bostezado mientras interpretabas tu maldito Beethoven.

Palabra del Dia

gallardísimo

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