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Actualizado: 3 de junio de 2025
Claro: se había ido a su tierra, huyendo de la furia de Ponte... pero él estaba decidido a no parar hasta descubrirle, y obligarle a cumplir como caballero, aunque se escondiese en el último rincón del Atlas. «Si venier mí galán bunito dijo el moro riendo tan estrepitosamente, que los extremos de su boca se le enganchaban en las orejas , dar mí él patás mochas.
Temblando de miedo ante furia semejante, el viejo servidor tuvo que tartamudear: Es cierto, señor vizconde, es cierto... En Francia hay un rey... Hay un grande y magnánimo rey, «François I». Hay... un grande... y magnánimo... rey... «François I»... ¡A quien Dios guarde muchos años! A quien Dios guarde muchos años...
El curso de los rios apresura, Y le detiene, el pecho á furia incita, Y le reduce luego á mas blandura. Por mitad del rigor se precipita De las lucientes armas contrapuestas, Y da vitorias, y vitorias quita. Verás como le prestan las florestas Sus sombras, y sus cantos los pastores, El mal sus lutos y el placer sus fiestas,
La cortesía es lazo con que se prenden los corazones, y usada con los enemigos suele ser medio para ablandarlos en el mayor ímpetu de su furia.
El Canónigo musitaba, gemía, suspiraba, con el rostro cubierto. Por fin, bajando las manos, embozose con furia, y, después de buscar la salida como un ciego a lo largo del muro, desapareció de la cuadra, dando con el pie, hacia atrás, un terrible portazo. Ramiro sintió que todo su maquinal apegamiento hacia aquel hombre acababa de trocarse en súbito rencor.
Hasta el mismo Pep, con gran indignación de Jaime, mostrábase orgulloso de los dos tiros disparados a los pies de su hija. Febrer era el único que no parecía entusiasmado por esta hazaña galante del verro. «¡Maldito presidiario!...» No sabía ciertamente el motivo de su furia, pero era algo inevitable... A este «tío» le pegaría él. Llegó el invierno.
El toro llegó con furia; el hombre de la pluma blanca, arrancó una pistola del arzón, apuntó y disparó con tanta habilidad, que el toro cayó mugiendo a los pies de su caballo.
Me acerqué a él, pero estaba muerto. Toda una partida de moros avanzaba escondiéndose. Nos metimos en la barca y remamos con furia hacia el centro del río; la corriente nos llevaba hacia el mar; así que nuestra única preocupación fué alejarnos de la orilla. Los moros aparecieron a la descubierta.
Tiene su artillería y su condestable que la gobierna; tiene mesas de guarnición; tiene bigotes y aun bigotas... tiene un molinete que con su furia mueve á los marineros y con su ruido á los pasajeros. Hay aposentos tan cerrados, oscuros y olorosas que parecen bóvedas ó carneros de difuntos.
«Flora aborrece el mar,» dícennos. Lo que aborrece es la negligencia del hombre. Desde aquí estoy viendo Etretat, y ante un mar muy enfurecido, en lo más elevado de la costa brava, expuesta á la furia de los vientos, una granja con un vergel y árboles admirables. ¿Qué precauciones han tomado sus dueños?
Palabra del Dia
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