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Actualizado: 22 de mayo de 2025
El lavado estaba al aire libre. Las correas de transmisión venían zumbando desde el departamento de la máquina. Otras correas se pusieron en movimiento, y entonces oyose un estampido rítmico, un horrísono compás, a la manera de gigantescos pasos o de un violento latido interior de la madre tierra. Era el gran martillo-pilón del taller, que había empezado a funcionar.
Bien se comprende que López, hombre sin letras ni palabra, incapaz de formular discretamente un juicio ni de aposentar una idea en la espesura de su cerebro, no podía ser en el club populachero más que un instrumento brutal para funcionar en días de escándalo y griterío.
Y yo pensé que, para decirme lo que me había dicho, mi amigo hubiera podido arreglarse perfectamente con una fruta del país, como, por ejemplo, la naranja, que es bastante jugosa y que se encuentra al alcance de las fortunas más modestas. Estamos ante problemas demasiado graves, y yo temo que nuestros cerebros, ociosos durante muchísimos años, no puedan ahora funcionar con la exactitud necesaria.
Pasaron al salón, donde la señora de Weller, en el centro de un grupo de señoras, estaba haciendo funcionar un admirable fonógrafo que acababa de recibir de América. El aparato era la última palabra del progreso y reproducía exactamente las voces humanas y los sonidos de los instrumentos.
Eso se quedará para mañana. Ya andan por ahí los Zampatortas con la cabeza inclinada como higo maduro desde que saben va a salir tu <i>Diccionario</i>. Bartolo, ¿escribes hoy algo contra Lardizábal? Lardizábal, individuo de la Regencia que había dejado de funcionar el año anterior, publicó en aquellos días un tremendo folleto contra las Cortes. ¿Yo?
Nos sobraba el alcohol, y podíamos destilar el agua de mar que se quisiera. Preparamos el alambique y le hicimos funcionar. Destilaba perfectamente. La cuestión del agua estaba resuelta. El portugués Silva volvió a intimarnos para que nos rindiéramos. Quería, sobre todo, los cofres de Zaldumbide.
No bastaban la lluvia ni la nieve para que la oficina dejase de funcionar. Al romper el día llegaba el señor Manolo con sus ayudantes cargados de paquetes de periódicos. Tenía su especialidad, que era la venta de las afueras. Todos los vendedores, viejas, chicuelos y hombres haraposos, le rodeaban gritando, tendiendo sus manos para ser los primeros.
Bien dice el refrán que entre bonete y almete se hacen cosas de copete. Las campanas se echaron a vuelo, el teatro volvió a funcionar, los vecinos abandonaron el luto, y Lima se entregó a fiestas y regocijos.
Las acciones á precio de 500 pesos se tomaron, la sociedad principió á funcionar y á pesar de la abundancia del producto terruño, el producto metálico en los balances de inspección debió ser negativo, pues á ciencia cierta sabemos solo se han repartido dividendos pasivos entre los accionistas, llegando el desaliento en estos, hasta el punto que hoy no tienen precio las acciones por falta de cotización y por consiguiente de demanda.
Pero habían sido tan hábilmente dispuestos que conociéndolos ahora, viéndolos, por decirlo así, funcionar, se preguntaba cómo hubiera podido escapar de ellos y si lograría aún coger á los culpables. Á este pensamiento levantó repentinamente la cabeza y rojo de cólera y con la mirada chispeante, preguntó: Pero, en fin, ¿quién ha cometido esa acción espantosa?
Palabra del Dia
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