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No tenía intención de alejarme de aquí, pero me han insultado ustedes, me han violentado, y cuento con que me concederán una reparación si los que son honrados conservan un poco de valor... Al hablar así miraba desdeñosamente á Freneuse y parecía provocar á Tragomer: ¡Cuidado, Sorege! exclamó Jacobo.

Yo no pensaba intentar nada en beneficio del desgraciado Jacobo, lo confieso humildemente, pero ese diablo de Cristián me ha sublevado con unas noticias tan inesperadas, que no he podido permanecer indiferente... Pero, en nombre del cielo, ¿qué ha descubierto? dijo la señora de Freneuse con tal expresión de angustia que su hija la abrazó para calmarla.

En resumen, para la señora de Freneuse, Sorege es un hombre honrado al que ha sentido ver alejarse de su hijo; para María, Sorege es un mozo frío y calculador, decidido á hacerse sacar las castañas del fuego y qué no vacila en herir un poco al vecino al hacer su negocio. ¿Pero por qué esas preguntas? dijo la señora de Freneuse.

Yo iré, si quieres, ahora mismo á ver á la señora de Freneuse, dijo Tragomer. , querido Cristián, respondió Jacobo sonriendo. Eso te corresponde porque eres el iniciador, el primero que vió en la oscuridad y mostró á Marenval la pálida y lejana luz que te guiaba. Cuando pienso en lo que ha sucedido desde hace seis meses, dijo Cipriano con sencilla expansión, me parece estar soñando.

Pero desde ayer he cambiado por completo y soy tan ardiente partidario de la inocencia de ese muchacho como antes estaba dispuesto á creer en su culpa. ¿Y por qué desde ayer? preguntó la señorita de Freneuse. ¿Por qué esa modificación de su espíritu? ¿Quién la ha causado? ¿Ha sabido usted algún hecho que ilumine la situación con una luz nueva?

Habían comido con la señora de Freneuse y María y el tiempo se había deslizado tan dichoso en la dulce intimidad de la familia, que estaban dando las once cuando los dos amigos entraron en el teatro. El cuarto acto llegaba á su fin. En cuanto bajó el telón, Tragomer fué al palco de Harvey y Jacobo se metió entre bastidores.

Se trataba de su antiguo amigo Jacobo de Freneuse y lo que usted me contó me impresionó vivamente. Estaba usted tan seguro de la inocencia de ese desgraciado, que muchas veces me he preguntado qué se podría hacer en su favor. Bien claramente lo dijo usted aquella noche, continuó Cristián sonriendo. Y hasta me maltrató usted un poco porque no intentaba nada en favor de mi amigo.

Les ofreció la mano y añadió: Acaso son ustedes insensatos, pero lo que van á hacer no es vulgar y les admiro de corazón. Querido amigo, dijo Tragomer, yo arriesgo la empresa porque amo á la señorita de Freneuse y trabajo por mismo al intentar la rehabilitación de su hermano. Mi mérito es, por tanto, muy débil. El verdadero héroe es Marenval, pues se sacrifica por el honor.

Sólo entonces la señora de Freneuse consintió en verme y no puedes figurarte la intransigencia de tu hermana... Hasta el último minuto no se presentó delante de mi y si me estrechó la mano fué porque afirmé que iba á arriesgar mi vida por salvarte. ¡Querida María! Y , pobre Cristián, también has sido desgraciado por mi causa... Pero tomaré un brillante desquite.

Lea no respondió. ¡Sin duda te han asegurado la impunidad! ¿Pero cómo es eso posible? Lea Peralli viva supone Juana Baud enterrada. Y si es Lea quien la mató, no fué Jacobo de Freneuse. ¿De qué modo, por qué prodigio se establecerá la inocencia del uno y se salvará al mismo tiempo á la otra? Lea respondió con acento dolorido: ¿Y quién permite á usted creer que yo quiero salvarme?