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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Evitó el paso por Can Mallorquí, y al llegar a la playa marchó por la orilla, donde la última palpitación de las olas llegaba a perderse, como delgada hoja de cristal, entre las menudas guijas mezcladas con fragmentos de barro cocido. Cuando estuvo al pie del promontorio de su torre, trepó por las rocas sueltas, yendo a sentarse en el peñón roído por las olas y casi despegado de la costa.
Son comparsas del club de Holbach que recitan en versos alejandrinos fragmentos de filosofía rimada. El tipo de Mahomet era uno de los que estaban por hacer; él lo ha intentado y ha fracasado; y es, no obstante, en esta obra, donde él ha probado por una vez que no carecía del espíritu de invención.
Este amigo suyo, a quien hacía mucho tiempo que no veía, le ha llamado. ¿Cómo negarse a los requerimientos de la amistad? No era discreto negarse, tanto más, cuanto este amigo es un excelente pianista, y Azorín se ha regodeado ya por adelantado con unos cuantos fragmentos de buena música. Tenía razón en sus augurios. Este amigo ha titubeado algo antes de sentarse al piano. ¿Por qué dudaba?
Rompió la fotografía; pero luego fué juntando los fragmentos, y acabó por guardarlos entre los papeles. Su cólera cambiaba de objetivo. Freya, en realidad, no era la principal culpable de la muerte de Esteban.
Muchas veces, siendo hombre, encontró su imagen latente en el fondo de sus actos y sus deseos. En realidad, sólo había leído algunos fragmentos. Para él lo interesante eran los grabados, más dignos de su admiración que todos los cuadros del desván.
Con frecuencia, echábale en cara su falta de religiosidad; le oía con sonrisa de lástima, hablar de sus entusiasmos científicos, pensando en los fragmentos de sermón que había escuchado contra aquella ciencia malvada y perturbadora. Las otras dos mujeres de la familia no le herían menos en sus ilusiones. ¡Estaba solo! Más solo que cuando vivía en París, en su cuartucho de estudiante.
La heroína de sus novelas de entonces era una madre. A los seis años había hecho un poema en su cabecita rizada de un rubio obscuro. Aquel poema estaba compuesto de las lágrimas de sus tristezas de huérfana maltratada y de fragmentos de cuentos que oía a los criados y a los pastores de Loreto.
Ahí están los peñascos de granito y los fragmentos de pórfido; allí los esquistos de aguda arista medio hundidos en la arena; más allá, pedazos de cuarzo y asperón, guijarros calizos, trozos de mineral, cristales achatados. También hay fósiles de diferentes épocas, y en los espacios en que las aguas se han arremolinado mucho tiempo, se han parado esqueletos de animales flotantes.
La parte de la tierra, tal vez, te corresponda a ti. Muñoz no pudo sacarle más una palabra. Y se retiró intrigado por aquella última frase. En la calle tiró los fragmentos del retrato de Adriana. Pero al punto, desandando el trecho andado, volvió a recogerlos. Durante largo rato todavía quedó Julio abatido por la gravedad de la imprevista catástrofe.
Sin duda es extraño que ni Cervantes, ni Lope de Vega, ni Agustín de Rojas, ni Juan de la Cueva, hagan mención alguna de Torres Naharro en sus noticias sobre los orígenes del teatro español. Verdad es que son tan sólo fragmentos escritos á la ligera, para deducir de su silencio que desconocían del todo sus obras.
Palabra del Dia
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