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Actualizado: 31 de mayo de 2025
»Entre mis escritos apareció uno titulado: «Causas de la despoblación de los montes de España; sus fatales consecuencias para la agricultura, salubridad y seguridad públicas. Sus remedios.» Y entre los que yo proponía para evitar la destrucción de los montes públicos y conseguir su repoblación, fue la completa y absoluta desamortización de la propiedad forestal.
Supuso que la señora Princetot se alarmaba sin duda a causa de la enemiga que su hijo manifestaba a la Administración forestal y temiendo que esto le había de causar algún disgusto. Para tranquilizarla añadió: Sí, pasé ayer con su hijo algunas agradables horas en Rosalinda... Un doloroso suspiro se escapó de los labios de Miguelina y esto aumentó todavía la sorpresa de su interlocutor.
Como había dicho Simón a su madre, el día siguiente era el señalado para la reunión del sindicato que se había constituido para resistir mejor a las pretensiones de la Administración forestal; se componía de algunos consejeros comunales, de varios propietarios de los pueblos vecinos y de Simón Princetot, que más especialmente representaba a la señora Liénard.
Al otro lado, hacia la izquierda, en medio de malezas cubiertas de nieve, detrás de un muro pequeño de piedra en seco y de las empalizadas de un jardinillo, comenzaba a descubrirse la vieja casa forestal del guarda Cuny, con sus tres colmenas puestas sobre una tabla, su antigua y nudosa parra, que trepaba por un colgadizo hasta el tejado, y su rama de abeto pendiente del canalón a guisa de muestra; porque Cuny tenía también el oficio de tabernero en aquellas soledades.
Sí... ¿Le extraña a usted?... No ha salido a su padre, por fortuna... Es un corazón excelente y un espíritu distinguido. Adora el pueblo en que nació y, aunque sus padres son muy ricos, no ha querido convertirse en un señor... Después de haber hecho excelentes estudios agrarios, ha vuelto a su casa, y en materia forestal no dudo que puede dar quince y raya al guarda general de Val-Clavin.
Hizo grandes elogios de su amor por las cosas del campo, le preguntó sobre sus estudios de selvicultura, de sus proyectos para el porvenir... El joven contestaba con sencillez y sobriamente. Cuando hablaba de economía agraria o forestal, demostraba conocer muy a fondo el asunto.
La riqueza forestal de esta isla es tan grande y variada, que puede compensar con exceso las dificultades que la roturación presentara para el cultivo de sus campos, efectuado por una inteligente explotación agrícola.
Mientras, tanto iba pasando el invierno, reverdecía la primavera en los bosques y bajo su influencia una familiaridad cada vez mayor fue estableciéndose entre Delaberge y la señora Princetot. Un domingo por la tarde había subido Miguelina al cuarto del forestal y allí, asomada a la ventana, se esforzaba por alcanzar las ramas de un florido tilo que subía por la fachada de la casa.
¡Sin ser forestal de profesión exclamó animándose el joven se puede tener amor a los bosques! Ustedes los aman por el dinero que dan al Tesoro; nosotros los amamos por ellos mismos. ¿Ama usted los árboles? preguntó Delaberge un poco más afable. ¡Sí, los amo!... replicó el joven con viva entonación.
Se detuvo un momento, y después prosiguió: Regresamos juntos a Val-Clavin y, durante el camino, pude convencerme de que la señora Liénard no me había exagerado las brillantes cualidades de Simón. Es un muchacho de espíritu recto y de corazón noble. Aunque adversario de la Administración forestal, espero que seremos buenos amigos... Estoy contentísimo de haberle conocido.
Palabra del Dia
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