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Actualizado: 10 de julio de 2025
Llegué finalmente á la confluencia de los rios Guaporé y Mamoré, y colocado en la punta misma del ángulo formado por la reunion de los dos mas grandes rios de aquellas regiones, yo abrazaba de una sola ojeada las corrientes de uno y otro. Existe entre ámbos el mas prodigioso contraste.
Como si debajo della estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo. Las cuales él tenía tan bien por cuenta, que si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costara caro. Finalmente, yo me finaba de hambre. Pues ya que comigo tenía poca caridad, consigo usaba más.
Finalmente, el cacique que le miraba como á padre amoroso y le reverenciaba como á Santo por la extremada piedad con que sentía todos sus males, le dijo por último para apartarle de su santo propósito: «Padre, si te acometieran los Manacicas, ¿con qué te defenderás tú sólo?»
Tambien se debe visitar la sierra opuesta á su entrada, que queda al lado del oeste, pues parece natural que de ella desague algun rio, ó corra por sus faldas alguno que venga del interior de la campaña: finalmente se deben examinar de la misma suerte los dos Rios Negro y Colorado, y su terreno intermedio.
Y no le digas más, ni yo quiero decirte más a ti, sino advertirte que consideres que esta segunda parte de Don Quijote que te ofrezco es cortada del mismo artífice y del mesmo paño que la primera, y que en ella te doy a don Quijote dilatado, y, finalmente, muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios, pues bastan los pasados y basta también que un hombre honrado haya dado noticia destas discretas locuras, sin querer de nuevo entrarse en ellas: que la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía, aun de las malas, se estima en algo.
La edad mostraba ser de cincuenta años; las canas, pocas, y el rostro, aguileño; la vista, entre alegre y grave; finalmente, en el traje y apostura daba a entender ser hombre de buenas prendas.
Y Emma acabó de perder el juicio cuando Serafina, poniéndose el abanico en la frente, exclamó: ¡Ah! ¡Sí, sí! ¡Finalmente!... ¡Eccola qui!... Yo me decía: esta señora... esta señora de Reyes... yo... la he visto, la he visto, vamos, de otro modo, en otros días... muy lejos.... Y de repente, ahora, un gesto, ese gesto de le... sopraciglie... me la pone delante. ¡Oh, sí, absolutamente la misma!
Allí se me representaron de nuevo mis fatigas, y torné a llorar mis trabajos; allí se me vino a la memoria la consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquél era desventurado y mísero, por ventura toparía con otro peor: finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera.
Así que, socarrón tamborilero, salid del hospital; si no, por vida de mi santiguada que os haga salir más que de paso." Y con esto comenzó a dar tantos gritos y a decir tantas y tan atropelladas injurias a mi amo que #le# puso en confusión y sobresalto; finalmente, no dejó que pasase adelante la fiesta en ningún modo.
Finalmente, muchas veces acepta el cobarde pero seguro recurso de la fuga; asiste a la última cita, mostrándose tan rendido como en la primera, y desaparece groseramente, dejando tras sí la humillación y el despecho, que cierran las puertas a la reconciliación.
Palabra del Dia
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