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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Y que esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio destos reinos, con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama.
Y así pasó un rato sin que cesasen los efectos del licor que tan alevosamente tomara el nombre y la figura del Jerez. Mientras a D. Felicísimo se le antojaba realidad el desvarío que hemos descrito, la realidad era que el retrato estaba en su sitio y D. Felicísimo tendido en el suelo en completo trastorno físico y mental, sumergido en las tenebrosas honduras de la embriaguez.
Pero lo más notable del día fue el altercado que tuvo nuestro cortesano con D. Felicísimo.
Vamos al café y a la taberna; hablaremos con los chicos de la cárcel...». Total, que hemos estado todo el día inventando diabluras, y luego fuimos a casa de don Felicísimo, que también está empeñado en poner en salvo a ese preso.
D. Felicísimo prorrumpió en risas, diciendo: ¡Qué cabezas pone un vaso de vino! ¡Vaya un par de camaradas!... El uno ve visiones, y el otro oye terremotos.... Abur, abur. Hasta mañana. Cuando se fueron, D. Felicísimo se quedó solo.
Rumalda, no tengo tabaco dijo el atleta ; bájate al estanco... pronto, chica.... Pues como iba diciendo, si a un hombre como yo, que es todo pólvora, se le hubiera preguntado con decencia dónde había pasado el día y qué negocios traía con el futraque, el hombre habría contestado como un caballero. ¡Si aquí no hay misterio...! Que un señor, a quien conocí en casa de D. Felicísimo, viene a buscarme y me dice: «Sr.
La idea de ver entrar en sus arcas dentro de poco tiempo las misteriosas sumas encarceladas por D. Felicísimo le quitaba los últimos escrúpulos que pudieran turbarle, y por ver aquella idea hecha realidad tangible y sonante se desposara él, no digo yo con Micaela, sino con el mismo individuo que está a los pies del patriarca San Miguel.
Nada de esto merece contarse; pero sí lo merece muy mucho el fenómeno de que D. Felicísimo vio las paredes del cuarto dando vueltas en torno suyo, primero con lento giro, después con rapidez mareante.
Cuando Elías Orejón entró en casa de D. Felicísimo y pronunció esta frase con hiperbólico entusiasmo, el famoso Carnicero estuvo a punto de perder el sentido; tan grande fueron su sorpresa y júbilo.
Los balcones y miradores se poblaban de damas, y en la calle la multitud seguía a los cruzados. Sobre todo los chicos tuvieron un día felicísimo.
Palabra del Dia
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