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Actualizado: 19 de julio de 2025
AZUCENA. Tú no conoces esa historia, aunque nadie mejor que tú pudiera saberla. MANRIQUE. ¿Yo?... AZUCENA. Te separaste tan niño de mi lado ¡ingrato! Abandonaste a tu madre por seguir a un desconocido... MANRIQUE. A don Diego de Haro, señor de Vizcaya. AZUCENA. Pero que no te amaba tanto como yo. MANRIQUE. Mi objeto era el de haceros feliz.
Pues lo primero es no tener horror a la muerte, que es la puerta, estar siempre mirándola, y prepararse para salir por ella cuando llegue la hora feliz de la liberación. Fortunata se arropó bien, porque le había entrado más frío. ¡Ay qué miedo tan grande!
Y vea usted, es soltero... y se pasa la vida en Londres aburriéndose... Lo que yo digo; podría haber hecho feliz a una joven, de las muchas que hay en la familia... Siempre que viene a verme, le largo un espich como él dice, él se ríe, se ríe...».
Siempre sensible y feliz en su serenidad inocente, se dejaba llevar por la corriente de una vida sin agitación ni contratiempos. En su sitio propio, para dar paz al ánimo y descanso á la fantasía, vivía sin sentirlo digámoslo así; y si alguna vez la entristecía algún pensamiento, era el pensamiento de volver á la calle de Válgame Dios.
Aún es pronto para casarte: cuando llegue tu hora, obedece á tus padres, á mamá sobre todo, pues las mujeres saben más de estas cosas. Confía en el Padre Paulí, que es tu amigo, tu segundo padre, y entre todos ya verás cómo te elegimos un hombre que te hará feliz y aun elevará más tu rango en el mundo. Calló un momento el jesuíta, como si preparase un avance decisivo.
Tú no sabes lo que significa para mí esta lucha continua... A veces lo veo cuando ronda mi casa; lo contemplo oculta detrás de los visillos de una ventana, y me dan ganas de llorar. ¡Parece tan triste!... Me acuerdo de mi hijo, que también vivió solo, más abandonado aún que él, que tal vez se interesó por alguna mujer, ansiando muchas cosas sin llegar á poseerlas, y siento deseos de llamarle, de gritar: «Ya que eso es tu ilusión, niño mío, el último anhelo de tu vida, ¡toma!... ¡toma, y sé feliz!» Pero pienso en su salud, pienso en otras muchas cosas, y contengo mis impulsos, y lloro, dejándole que vague en torno de mi casa creyéndose olvidado, cuando le recuerdo á todas horas. ¡Ay! ¡Que Dios me dé fuerzas! ¡Que no pierda la calma, y pueda resistir á mi bondad absurda!... Algunas veces lo dudo.
"Usted me pregunta ¿cómo puedo ser feliz sin la esperanza de una vida futura? El niño que no piensa nunca en una vida futura encuentra, no obstante, los medios de ser feliz", dice Elisa Movory Bliven.
No importaba; Ana era feliz y Quintanar también. «¡Parece otro!» se decía ella. «¡Parece otra!» pensaba él. El tiempo volaba. Junio se metió en calor. Vetusta en verano es una Andalucía en primavera.
Pues no soy completamente feliz dijo don Juan. Alumbradme ese concepto á fin de que yo le vea, que tenebroso es y encrucijado y capaz de hacer perderse en un laberinto al más diestro. ¿Mayor felicidad pedís que una mujer toda alma, tan delicada como el alma el cuerpo, y tan hermosa como el cuerpo el alma? ¿qué más blancura que la de la nieve que nadie ha pisado? ¿qué calor más dulce que el de este sol de primavera al que no empañan nubes?...
Ayer encontré a Petra que, con tierna solicitud, iba a acompañar a paseo a Simona y Gertrudis de Erinois, y no pude menos de pensar que sería yo muy feliz paseándome así con las niñas de Baltet... si es que existen niñas de Baltet... La de Brenay acapara a los Erinois, padre e hijos; todo Aiglemont se interesa por la lucha Brenay-Erinois, como llaman a la nueva intentona de esta ambiciosa señora de Brenay.
Palabra del Dia
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