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Actualizado: 19 de junio de 2025


Quiere decirse que usted, a pesar de sus ideas contrarias a la Iglesia, no tiene inconveniente en calzar a las personas religiosas. Pero pudiera ocurrir que las personas religiosas tengan inconveniente en dejarse calzar por usted. El fanatismo es reincidente declaró sentencioso Belarmino. ¿Cómo reincidente? preguntó el Padre Alesón.

El fanatismo religioso estaba á la sazon en todo su vigor entre los árabes: acababan de arrastrar consigo al grito de no hay mas Dios que Dios las naciones de Asia y Africa, y se sentian con entusiasmo para ir á clavar el estandarte del Profeta en los mas apartados límites de Europa.

Al verle avanzar por el campo de la ejecución con paso vacilante á causa de su obesidad, una risotada salvaje cortó el trágico silencio. Los grupos de soldados sin armas que habían acudido á presenciar el suplicio saludaron con carcajadas al anciano. «¡A muerte el cura!...» El fanatismo de las guerras religiosas vibraba en su burla.

La simiente extranjera produjo en poco tiempo una inmensa selva: la selva de la Inquisición y del fanatismo, que aún subsiste. Cortan y cortan los leñadores modernos, pero son pocos y caen fatigados; los brazos de un hombre pueden poco ante troncos de cuatro siglos. El fuego, únicamente el fuego podrá acabar con esa vegetación maldita. Don Antolín abría los ojos con asombro.

Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán: justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de sus padres?

Lo mismo sucede á casi todos los grandes centros de poblacion, donde el fanatismo ha decaido notablemente y las ideas de gobierno civil son generales.

Inclinándose hacia una oreja del gigante, murmuró los secretos del partido masculista con el fervor de un neófito convencido hasta el fanatismo de la bondad de la causa que acaba de abrazar. Los nuevos tiempos estaban próximos. Ya había sido descubierto el gran secreto que neutralizaría el poder de los rayos negros. Los días de lo que llamaban las mujeres la Verdadera Revolución estaban contados.

Don Robustiano Somoza, que ante todo era higienista público, gritaba en todas partes: ¡Pues es claro! Pues si es lo que yo vengo diciendo hace un siglo; pero aquí no se puede luchar con las preocupaciones, con el fanatismo.

María no había logrado infundir en ella el entusiasmo místico de que se sentía poseída, porque Genoveva no era de suyo inflamable, y una ignorancia supina la ponía a cubierto de toda suerte de entusiasmos; pero había conseguido con sus actos y pláticas religiosas despertar en ella el fanatismo que duerme siempre en el fondo de las almas vulgares e ignorantes.

Nuestra es la culpa. UNO DE LA JUNTA. Pero, así no vamos a acabar nunca. EL ALCALDE. Mi querido amigo, ya que tenemos tan pocas ocasiones de popularizarnos, aprovechemos ésta. Es cuestión de un momento. Amigo mío, perdóneles usted, el fanatismo les extravía. EL GITANO. Ya lo veo. El Cielo te lo recompensará. JUANA. Tiene razón el pobre niño. , mujer, el Cielo o el infierno.

Palabra del Dia

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