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Actualizado: 19 de junio de 2025


Los historiadores apasionados de Napoleon hablarán á la posteridad del fanatismo y crueldad de la nacion española, pintándola como un pueblo estúpido que no quiso ser feliz; referirán los mil motivos que tuvo el gran Capitan para entremeterse en los negocios de la Península, y señalarán un millon de causas para explicar lo poco satisfactorio de los resultados.

Lo que es que una mujer exaltada por el fanatismo religioso puede hacerse insufrible. ¡Qué feliz sería yo si tal hubiera aparecido á los ojos de V. desde el principio! ¡Cuántos males se hubieran evitado!

La dirá a Vd. que se lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a la culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las apariencias están, quizá, a favor suyo.

Eso prueba que el fanatismo es siempre compañero de la ignorancia, y que toda la fuerza de los tartufos consiste donde quiera en el dominio que ejercen sobre las masas bárbaras que obedecen maquinalmente al impulso que se les da.

Entre todos los indios de la provincia, los Moxos son en la actualidad, no solamente los católicos mas decididos, sino que llevan el fanatismo á tanto, que todos los años, en la semana santa, se les ve regar las plazas públicas con la sangre que se sacan á fuerza de azotes. Son igualmente supersticiosos en sumo grado.

Este cultivo de secano, que viene a ser toda nuestra agricultura, es un llamamiento que la desidia española hace al hambre; una demostración perpetua del fanatismo, que confía en la rogativa y en la lluvia del cielo más que en los adelantos de los hombres.

Arrojados de España por el fanatismo antisemita, vinimos a parar a Austria, donde somos hoy víctimas de no menor absurdo fanatismo. Y no es lo peor el odio, sino el infundado desprecio con que nos tratáis. ¿Qué he hecho yo, qué ha hecho mi casta para que seamos así menospreciados? El dinero que ha ganado mi padre y el dinero que he ganado yo, ha sido ganado honradamente.

Esta pasión era el amor al despotismo, el odio á toda tolerancia, á toda libertad; era un realista furibundo, atroz, y su fanatismo llegaba hasta hacerle capaz de la mayor abnegación, del sacrificio, del martirio. Su carácter era apasionado por naturaleza, aunque los asiduos estudios le habían comprimido y desfigurado.

Malo era el fanatismo, pero el capital era peor. No había en los barrios bajos un elemento de activa propaganda contra las sotanas. El Magistral era allí más despreciado que aborrecido.

Examinemos, no obstante, con una escrupulosa atención lo que esa sagrada milicia pueda tener de chocante para los sabios de nuestro siglo, y por qué crímenes los humildes cenobitas se han atraído esa animadversión furiosa, única en los anales del fanatismo.

Palabra del Dia

vorsado

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