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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Porque es preciso confesar que ahora á fuerza de desdeñar las formas, se cae en el extrema opuesto, sumamente dañoso al adelanto de las ciencias, y á la causa de la verdad.

Tiempos eran aquéllos de pobreza dijo Ojeda . Los mismos reyes andaban siempre apurados de dinero, la Hacienda pública era menos regular que ahora, y la nación, esquilmada por las guerras con los moros y la de Nápoles, no podía ayudar mucho a unos descubrimientos que sólo habían dado como resultado el hallazgo de islas improductivas en las que morían los hombres. Algo olvidado murió el Almirante. La gente, en España y fuera ella, no prestó atención al suceso: el descubridor se había sobrevivido a su fama. En los ocho años que siguieron al primer descubrimiento se habló mucho de él; luego, en los cinco últimos, el silencio y la indiferencia. Había ido a conquistar las riquezas de Oriente, y nadie veía las tales riquezas: era simplemente el descubridor de unas islas de la extrema Asia.

«La ciencia humana, dice, ha nacido de un defecto del espíritu humano, que en su extrema limitacion está fuera de todas las cosas, no contiene nada de lo que quiere conocer, y por consiguiente no puede hacer la verdad á la cual aspira.

Sólo la muerte puede librarme: yo debería esperarla, porque no tardará; pero el mal no espera, no. »Si la apeno, perdóneme usted. Piense usted que no tengo a nadie más en el mundo a quien decir estas cosas en esta hora extrema. Todavía quisiera dirigir a usted otro ruego: acepte usted mis memorias, que dejo para usted. Estoy segura de que las conservará usted con el amor que siempre me ha tenido.

En Cabo Verde y en Sierra Leona llegaban las gentes a la más extrema negrura y las tierras parecían quemadas.

En su extrema sorpresa Silas se dejó caer de rodillas y agachó profundamente la cabeza para examinar la maravilla: era una criatura dormida, una linda criatura regordeta, con la cabeza toda cubierta de rizos rubios y sedosos. ¿Era posible que fuera su hermanita que le volviera en su sueño, su hermanita que él había llevado en brazos durante un año, antes de que muriera, cuando él mismo sólo era un niño sin medias ni zapatos?

Delgadita, morena, de rostro fino y expresivo, los ojos picarescos con afectación, los cabellos negros y pegados a la frente, la boca tan pronto grande como chica, de una extrema movilidad, lo mismo que los ojos, que el talle, que las manos, que todo lo demás. Una mujer, en suma, hecha de rabos de lagartija.

Lesperut nos dijo que no habiamos sufrido engaño alguno, puesto que aquello era una costumbre admitida en Paris. Aquel aviso significa que los comensales tienen tres platos diferentes, de los cuales pueden elegir el que más les guste. Lesperut se sonrió luego y añadió con extrema bondad: desde luego se ocurre que no habrá inventado esa costumbre ningun extranjero.

Excelentemente educada, por otra parte, era incapaz de adoptar una resolución extrema sin antes consultar a sus padres. De unos seis meses acá, se veía constantemente asediada muy de cerca por el apuesto notario y por Ayvaz-Bey, el corpulento turco de veinticinco años de edad, a quien hemos dicho que designaban con el remoquete de Tranquilo.

La amplitud estos pabellones cartilaginosos correspondía á la extrema delicadeza timpánica del individuo, la cual, en vez de disminuir, parecía aumentar con la edad.

Palabra del Dia

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