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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Sentía, medio dormida, a la hora de amanecer sobre todo, palpitaciones de las entrañas que eran agradable cosquilleo; otras veces, como si por sus venas corriese arroyo de leche y miel, se le figuraba que el sentido del gusto, de un gusto exquisito, intenso, se le había trasladado al pecho, más abajo, mejor, no sabía dónde, no era en el estómago, era claro pero tampoco en el corazón, era en el medio.
Con sus propias manos había quemado las mejores flores que se habían abierto, en una noche santa, en su alma mísera y estéril. ¡Pobres flores perdidas! No tenían quizá la fuerza de una idea creadora; pero eran, con todo, lo más exquisito de su alma. Entonces no existían ya, y no se abrirían ya nunca. No hay perdón, no hay remedio; tal es la ley cruel de la vida. No podía continuar solo.
Era la primera vez después del luto que las dos pobres mujeres se encontraban en un salón elegante de otro modo que como solicitantes y en medio de aquella atmósfera de comodidades en que habían vivido tanto tiempo. La condesa puso en su acogida ese tacto exquisito, esa rara urbanidad que no dan con frecuencia ni el nacimiento ni la fortuna y que ella poseía en alto grado.
Vive Dios dije yo para mí, que cuando en este país se tiene un buen cocinero y un exquisito servicio y los criados necesarios, se puede almorzar un excelente beefstek con todos los adherentes de un almuerzo
Porque es de saber que aquéllas la encontraban ordinaria hasta el extremo, una verdadera moza de cántaro, y se reían de su encogimiento y rudeza; pero éstos la consideraban un bocado exquisito, un pimpollo, y chasqueaban la lengua y ponían los ojos en blanco siempre que de la niña de Moscoso se hablaba.
Por el estilo del autor se viene en conocimiento de su inteligencia: Estilo metafórico, estilo engolado, estilo arcaico, estilo recortado, estilo desnudo, estilo llano, estilo exquisito, estilo colorista, estilo abstracto, etc., etc.; todos ellos, cada uno de por sí, denotan inteligencia limitada y escasez de pensamiento.
En Lisboa fue donde se aristocratizó, se encumbró, y con el trato de los janotas, acabó por asearse, pulirse, adobarse y llegar en el esmero con que cuidaba su persona hasta el refinamiento más exquisito. El desaliño y la suciedad de los sujetos que andaban cerca de ella, como ella era tan pulcra, le causaban repugnancia.
Este exquisito estado moral, durante el cual el alma vive en una especie de somnolencia, en una tranquilidad soñadora semejante al sueño, a pesar de que está bien despierta, me ha dejado un dulcísimo recuerdo.
El esmero exquisito con que todos los objetos se hallaban colocados en sus puestos, la elegancia y coquetería de los muebles y el perfume delicado que al entrar se percibía, bien claramente anunciaban el sexo y la calidad de la persona que lo habitaba. Cuando María dio luz a la lámpara se encontraron sus ojos con los de una imagen del Redentor que ocupaba el centro de la mesa donde la luz ardía.
Con exquisito tacto los repasaba, los desdoblaba, los volvía a doblar cuidadosamente, diciendo: «Este es el de quinientos, éstos dos de cuatro mil... etcétera». Conocíalos por el orden en que estaban colocados... Luego ponía todo en su sitio con respetuosa pausa, guardaba el arca, y echando la llave, depositaba esta en el bolsillo izquierdo de su chaleco.
Palabra del Dia
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