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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Le expliqué que el estado de su padre no tenía nada de alarmante, puesto que sus crisis dolorosas le privaban de movimiento sin poner en peligro su vida. Añadí que tenía el encargo de llevarla a su lado y que debía preparar su viaje lo más pronto que le fuese posible. La joven me escuchaba inmóvil, sin responder ni manifestar aprobación o disgusto.

Me obligó a contarle, con todos los pormenores posibles, la historia de mi incipiente pasión. Por cierto que, al decirle que el objeto de ella era una monja, se asustó; pero le expliqué cumplidamente el caso y volvió a sosegarse. No conocía a Gloria, aunque había oído hablar de ella a sus amigas y tenía noticia de su familia.

Así lo espero dije mientras se me saltaban otra vez las lágrimas por el tono de la pregunta y por el beso maternal de la buena señora. En cuanto me tranquilicé un poco, expliqué a aquellas señoras que había algo en que se negaba absolutamente al matrimonio con un desconocido. exclamé, no puedo, no podré nunca decidirme...

Todos creían que era un poco tonto, y él hacía por robustecer esas ideas, porque le daba mayores facilidades para sus investigaciones secretas, pues la policía acostumbraba emplearlo en los casos graves, y muchos criminales habían sido aprehendidos debido a su astucia. En mi dormitorio, solo con él, le expliqué, en italiano, la misión que deseaba llevase a cabo.

Gloria es muy graciosa y simpática. ¡Si viera qué bien bailaba de niña las seguidillas! Y ahora también. ¿Cómo ahora? preguntó con asombro. Entonces le expliqué de qué manera la había visto bailar en Marmolejo, lo cual celebró vivamente. Siempre ha sido muy resuelta y un poco aturdida... Si no fuera por ese carácter alegre que Dios le ha dado, ya estaría muerta hace tiempo...

Ahora me va a decir a el señor a dónde va, cuando sale. Pues es muy raro... Pero, en fin, si vino, a usted le diría... ¿A qué había de decirme, si no le he visto?... Déjame que te explique. A las diez bajó a hacerme compañía, como acostumbra, una de las chiquillas de la cordonera, la mayor, Celedonia, que es más lista que la pólvora.

Atribuyo la decadencia de las bellas artes, cuando no hay razón externa que la explique, á una perversión del gusto, esto es, á la falta de una dirección sana y adecuada para los artistas. Creo que el gusto es lo que determina la altura que el pintor, el escultor ó el poeta puede alcanzar en sus obras.

Adiós, salerosa. ¿Sabes que me gustas? ¿También le gustan a usted las sirvientas? Pa mucha gente quiere usted servir a la vez. La segunda carta fue redactada en estos términos: «Cristeta: No quiero resignarme a que conserves mal recuerdo de . Es necesario que te explique muchas cosas. Concédeme unos cuantos minutos, y no volveré a molestarte nunca.

Después me preguntó si tenía algo que ver con el corazón, y le expliqué largamente lo que era esta víscera y sus relaciones con las otras de nuestro cuerpo. Luego tocó el punto del estómago, y no con menor erudición expuse mis conocimientos acerca de este importante órgano, que denominé, muy ingeniosamente, «el laboratorio químico de la vida».

El cura me preguntó que si eso de El Sol era una novela, y cuando yo le expliqué que era un periódico de diez céntimos, me dijo: Si es de diez céntimos, debe de ser bueno... ¿Y conseguiste la absolución? Ya lo creo. En las ciudades se consigue todo.

Palabra del Dia

condesciende

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