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Actualizado: 8 de junio de 2025


Pero... qué, ¡hombre de Dios! ¿Acabará usted de romper a hablar? le dijo Lépero ya exasperado. Vamos a ver qué tiene que objetar el bueno de don Jeromo añadió don Simón afablemente. Pues digo repuso el tabernero perezosamente y con voz aguardentosa que todo lo que usted dice está muy bien dicho... En tal caso...

¡Bribona, la has hecho hoy ... y yo te voy á abrir en canal! grita exasperado el Tuerto al notar la turbación, cada vez más visible, de su mujer. Á ver el dinero, digo, ¡pronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los enseña á su marido. ¡Esos no son más que ocho cuartos ... y yo te dejé veintiuno!... ¿Ónde están los otros?...

Juan no podía persuadirse de ello, y le buscaba un millón de disculpas: unas veces achacaba la falta al correo; otras se le figuraba que su hermano no quería escribir hasta que pudiera mandar mucho dinero; otras pensaba que iba a darles una sorpresa el mejor día presentándose cargado de millones en el modesto entresuelo que habitaban: pero ninguna de estas imaginaciones se atrevía a comunicar a su padre: únicamente cuando éste, exasperado, lanzaba algún amargo apóstrofe contra el hijo ausente, se atrevía a decirle: «No se desespere V., padre; Santiago es bueno; me da el corazón que ha de escribir uno de estos días

El motivo está patente; nos sentimos heridos; y quien piensa, quien juzga, no es el entendimiento ilustrado con nuevos datos, sino el corazon irritado, exasperado, quizas sediento de venganza. ¿Queremos apreciar lo que vale nuestro nuevo juicio? aquí un medio muy sencillo.

¿Y no lo estoy haciendo? preguntó exasperado S. E. dando un paso; ¿no le he dicho á usted que saco del bien de uno el bien de todos? ¿Me va usted ahora á dar lecciones? Si usted no comprende mis actos ¿qué culpa tengo yo? ¿Le fuerzo acaso á que participe de mi responsabilidad?

Pero vamos a ver... ¡hable usted! profirió el joven exasperado sacudiéndole por el hombro. ¡Cálmese usted, Tristanito! Le aconsejo a usted que tenga calma en estas circunstancias. No hay consejo menos calmante que el de la calma. Tristán, ya fuera de , comenzó a patear con furor, soltando al mismo tiempo una serie de interjecciones bien enérgicas.

Exasperado ante las amenazas del fraile que pretendía hacer prevalecer su autoridad á toda costa delante de los otros inquilinos, Cabesang Tales se rebeló, se negó á pagar un solo cuarto y teniendo siempre delante la nube roja, dijo que solo cedería sus campos al que primero los regase con la sangre de sus venas.

Santiago, más exasperado aún por la decepción que experimentaba, exclamó: ¡Ni el hierro, ni el plomo, ni yo daremos muerte a ese excomulgado! ¡No iré a bordo, por las mil llagas de San Julián, no, no iré! añadió golpeando violentamente el suelo con el pie.

Palabra del Dia

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