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Actualizado: 17 de julio de 2025


Un viajero desconocido va á atravesar con respeto tus umbrales y á revelar tus encantos á las generaciones presentes y futuras. Eleva su lenguaje al par de tu belleza, evoca ante él todas tus glorias y recuerdos, enardece hasta donde puedas su corazon, exalta hasta donde quepa su humilde fantasía.

La actividad del mismo corazon se debilita: este órgano no se exalta ó es muy accidental el que se verifique; y si bien hay que reconocer alguna reaccion en la accion del medicamento, su fiebre no difiere de sus movimientos de calor y sudor, que están en relacion del estímulo de una emocion viva, ó que sobrevienen por un ejercicio, aunque sea moderado, en personas nerviosas, debilitadas y casi desprovistas de calor vital.

Es notable la irregularidad en la marcha de los síntomas, pues en cuanto á la fiebre, no hay órden ni relacion en la aparicion del calor, los calofríos y los sudores, ocurriendo lo mismo en la sensibilidad que tampoco está uniformemente repartida, pues mientras es escesiva en un punto, disminuye en otro, se exalta en todas partes por un momento, dando despues lugar al abatimiento, á la sensibilidad dolorosa general, á la debilidad paralítica, en fin, para volver como en su principio á un simple esceso de aquella.

Celestina practica la piedad actual, que exalta a los santos de moda con detrimento de los demás. ¡Pobres antiguos santos!... Estos son precisamente mis preferidos. Exceptuando el cuarto de Celestina, ¿está todo esto al gusto del día? Para una mujer mundana, no, evidentemente.

Otra peculiaridad de mi padre es la instantaneidad con que se le inflama la pasión del amor. Mujer que ve, ya está él por las nubes; o cuando menos, las exalta a la altanería de las nubes, y cátalas ya Elviras, Lauras y Beatrices. Se morirá en un suspiro de amor, exhalado por la mujer que en aquel trance esté a su vera, ya sea una monja joven y admisible, ya sea una portera pitañosa.

Nada mas conforme á razon que aquel sentimiento de la propia dignidad, que se exalta santamente cuando las pasiones brutales excitan á una accion vergonzosa; que recuerda al hombre lo sagrado de sus deberes, y no le consiente deshonrarse faltando á ellos; aquel sentimiento que le inspira la actitud que le conviene tomar, segun la posicion que ocupa; aquel sentimiento que llena de majestad el semblante y modales del monarca, que da al rostro y maneras de un pontífice santa gravedad y uncion augusta; que brilla en la mirada de fuego de un gran capitan y en su ademan resuelto, osado, imponente; aquel sentimiento que á la dicha no le permite alegria descompuesta, ni al infortunio abatimiento ignoble; que señala la oportunidad de un prudente silencio, ó sugiere una palabra decorosa y firme; que deslinda la afabilidad de la nimia familiaridad, la franqueza del abandono, la naturalidad de los modales de una libertad grosera; aquel sentimiento en fin que vigoriza al hombre sin endurecerle, que le suaviza sin relajarle, que le hace flexible sin inconstancia, y constante sin terquedad.

Es un ser distinto a la mujer europea; lo reúnen todo: el aire elegante y distinguido de la francesa, el cuerpo modelado a la griega de la hija de Nueva York o de Viena, la gracia española, el vigor de alma italiano, las líneas correctas de una fisonomía inglesa... ¡Pero tienen la indecible movilidad de espíritu que les es propia, esa música en la voz que embriaga, los acentos profundos inspirados por la pasión, y cuando aman, se dan, se dan con el olvido del pasado, con la non curanza suprema del porvenir, absorbidas, confundidas en el amor soberbio que las exalta! ¡Qué agitación misteriosa, intensa, debo hacer latir como una ola el corazón del alemán que se siente entrelazado por dos brazos que hablan en su presión suave, en su contacto tibio y estremecido! ¡Todo lo que ha soñado bajo la influencia de un lieder de Heine, cuando ha podido vislumbrar en el mundo delicioso que crea la imaginación, bañada el alma de una melodía de Mendelssohn lo ve palpitante ante sus ojos, irradiando la santa voluptuosidad que atrae los cuerpos en la tierra, bajo la ley constante del amor!...

Así, como un espíritu que se despide, tocó Keleffy el piano. Jamás pudo tanto, ni nadie le oyó así segunda vez. Para Sol era aquella fantasía; para Sol, a quien ni volvería a ver nunca, ni dejaría de ver jamás. Solo los que persiguen en vano la pureza, saben lo que regocija y exalta el hallarla.

Palabra del Dia

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