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Actualizado: 20 de junio de 2025


Bien lo necesitaba el pobre caballero. Estaba tan demudado y tembloroso que Amalia pensó que iba a caer desmayado. En apretado haz salieron los tertulios a los pasillos y bajaron la gran escalera de piedra sucia y húmeda. Un criado les abrió la puerta de la calle. ¡Ay! ¿Quién habrá dejado aquí este canasto? dijo Emilita Mateo, que tropezó la primera con el estorbo.

Dedicó despues todo su cuidado en dar oportunas disposiciones para que su gente fuese reunida en la marcha con las tropas de Lima; y aunque lo consiguió en parte, no logró todo aquel órden y precision que deseaba el Comandante General, D. José del Valle; porque ocupado cada uno en el cuidado y conduccion de su familia, se estraviaban demasiado de la formacion, y así tambien le era imposible en los campamentos ceñirse á las dimensiones que prescriben las reglas militares para semejantes casos; porque era mucho estorbo para observarla, el crecido número de familias que conducia.

El mismo dia en que las armas republicanas se señalaban con tan glorioso hecho, se reunian en Carácas las autoridades civiles y el cabildo en medio de los victores, aplausos y aclamaciones del pueblo, y de comun acuerdo conferian á Simon Bolívar el empleo de capitan general del ejército y el título de LIBERTADOR DE VENEZUELA. Pero el célebre caudillo no se durmió sobre sus laureles ni interrumpió un solo instante la marcha de sus operaciones; y ordenando al general Ribas que acudiera de Carácas, salió él de Valencia, y el 25 de Noviembre, con 2.000 hombres entre infantes y ginetes; estorbó el movimiento intentado por la division de Salomon sobre las alturas de Vijirima, y, batiéndola con grandes ventajas, la obligó á retirarse á Puerto-Cabello.

Como los hombres mismos, como los animales todos, que al término de su limitada carrera pasan a ser carga y estorbo, cartas de más en la baraja de la vida universal, que no puede conservar su perpetua juventud sino por la renovación perpetua, las creencias que se prolongan más allá de su radio de eficacia, acaban, como las uñas desmesuradamente alargadas de los aristócratas siameses, por embarazar y estrechar la existencia, debiendo ser, entonces, barridas por el olvido y la muerte bienhechores, para dar lugar a nuevas entidades, a nuevas formas del movimiento perpetuo de la materia.

El dependiente entró en el despacho y entregó la carta al Conde. Estaba cerrada y sellada con lacre. En el sobrescrito reconoció el Conde con asombro la letra de don Braulio. Abrió el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y temblándole las manos y con la cara demudada, leyó lo siguiente: «Señor Conde: Yo no podía servir en el mundo sino de estorbo.

Pero antes de seguir, quiero quitar de esta relación el estorbo de mi personalidad, lo que lograré explicando en breves palabras el objeto de mi visita al Sr. de Bringas.

Había creído yo que en cierto modo iba a ser un estorbo para la feliz existencia que pensábamos pasar; que los sentimientos más íntimos no debían ser manifestados entre testigos y por lo tanto, juzgaba muy conveniente que ella no viniese con nosotros. »Pero tampoco podía yo dejar aquí sola a la pobre criatura.

Dejad en el suelo El arcabuz, y advertid Que os le estorbo, porque quiero No atribuyáis á ventaja El fin de aqueste suceso. Que para , basta sólo La banda de vuestro cuello, Cinta del sol de Castilla, A cuya luz estoy ciego. ¿Al fin me habéis conocido? Miradlo por los efectos. Pues quien nace como yo, No satisface, ¿qué haremos?

Así vivían apegados, desde tiempo inmemorial, á lo exclusivamente suyo: y en usos, traje, acento, y hasta lengua, fueron siempre en Santander lo que el peñasco en la mar: bello para el artista; un estorbo para los múltiples fines de las humanas ambiciones. En tal estado de virginidad recibió esta gente las primeras noticias del acontecimiento de que íbamos hablando.

Su rostro moreno tomó una palidez de ceniza. «¡Cristo!... ¡la de NápolesEl no sabía quién era la de Nápoles, no la había visto nunca, pero tenía la certeza de que llegaba como un estorbo fatal, como una calamidad inesperada. ¡Tan bien que marchaban las cosas!... El capitán hizo girar su sillón, despegándose de la mesa, y en dos saltos salió á la cubierta.

Palabra del Dia

rigoleto

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