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Actualizado: 7 de octubre de 2025
El espada olvidó instantáneamente todas sus preocupaciones, y salió sonriente, la cabeza atrás, el ademán arrogante, como si fuesen enemigos personalísimos aquellos toros que le esperaban en la plaza y deseara verse cuanto antes frente a ellos, echándolos a rodar con su certero estoque.
Pero así que Gallardo se iba, estoque en mano, hacia un toro «de cuidado», el banderillero permanecía cerca de él, pronto a auxiliarle con su pesado capote y su brazo vigoroso que humillaban la cerviz de las fieras.
De pronto se cuadró, con el estoque en línea avanzada, y antes de que el público pudiera manifestar sus opiniones con gritos y consejos, lanzose veloz sobre la fiera, formando un solo cuerpo por algunos instantes el animal y el hombre.
Y apretaba con mano crispada el bastón y tiraba del estoque para cerciorarse de que estaba allí pronto a obedecerle. No se le ocurrió ni una vez acariciar el revólver. Necesitaba a toda costa ver la sangre de los traidores. Cuando llevaba la mitad del camino andado próximamente, sintió detrás de sí el galope de un caballo. Sin saber por qué, le dió un vuelco terrible el corazón.
Y el barón, por su gesto, constantemente desabrido, por lo bronco y recio de la voz y por la brusquedad con que acostumbraba a hablarles, era para las inocentes criaturas un verdadero ogro. Iba constantemente armado de un par de pistolas; el estoque de su bastón era un verdadero sable.
Si antes del tercero no había matado el toro, éste sería devuelto al corral, quedando el espada bajo el peso de la mayor deshonra. Gallardo, como si despertase de su sonambulismo, aterrado por esta amenaza, puso horizontal el estoque y se arrojó sobre el toro. Una estocada más, que no penetró gran cosa en el cuerpo de la fiera.
Con estos juegos iba, sin pensarlo, adiestrándome en un arte en el cual poco antes carecía de habilidad consumada, y aquella tarde tuve la suerte de probar la sabiduría de mi maestro dándole una estocada a fondo con tan buen empuje y limpieza, que a no tener botón el estoque, hubiéralo atravesado de parte a parte. ¡Oh, amigo Araceli! exclamó lord Gray con asombro . Usted adelanta mucho.
Indudablemente le habían soltado lo peor de la ganadería, para hacerle quedar mal. Alguna intriga de los enemigos. Otra sospecha se movía confusa en lo más obscuro y hondo de su pensamiento, pero él no quería contemplarla de cerca, no tenía interés en extraerla de su misteriosa lobreguez. Su brazo parecía más corto en el momento de tenderse con el estoque por delante.
Vagos, confusos al principio, los novelescos pormenores reaparecieron en forma de emoción más que de imagen, hasta recobrar, por fin, su nitidez y su ordenamiento, guiados por el orgullo. Veíase de nuevo saltando la ventana, descorriendo el tapiz y caminando luego a tientas, en dirección a la cuadra del baño, con el estoque tendido en la sombra.
Gritó a Bautista que se quedara quieto; que no huyese si deseaba conservar la vida; desenvainó el estoque, ¡y lo acribilló a amagos y fintas, enganches y desenganches, quites y estocadas! ¡Y todavía, porque «ce frippon de Batiste» no gritaba a cada momento «touché», lo corrió hasta la cocina, cruzándole la espalda a cintarazos!
Palabra del Dia
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