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Actualizado: 10 de julio de 2025
Y hasta me malicio que si le han quitado a usted el estanco, es porque no piensa usted más que en ella ni se cuida usted de nada, y a eso se han agarrao. Don Quintín abrió desmesuradamente los ojos. Bueno continuó Cristeta ; pues no quiero que nadie, ¿lo entiende usted?, que absolutamente nadie sepa dónde voy a vivir. Venga quien venga, usted como si no supiese jota.
Merced al estanco que obtuvo Simón sin dificultad, a los ahorros que trajo de la aldea y al crédito, aunque muy limitado, que no tardó en abrírsele en algunos depósitos al por mayor, en el primer año de establecido en la villa duplicó su capital.
De modo que tambien por su calidad especial ofrecia esa planta un artículo importantísimo y vasto de comercio. Sin embargo, se indicarán las causas que impiden conseguir las ventajas espuestas como ramo de estanco y como ramo de comercio.
¡Carola, Carola mía! exclamó hiposo y sollozante ; tengo que decírtelo todo. Lo que has de hacer es darme algo. Entonces, poniendo cara muy compungida, extendió las manos en busca de las de su amada, y dijo: ¡Vida mía, todo se arreglará! Ahora no puedo nada, nada; el estanco nuevo es una perdición. Yo te traeré... unos días... ¡demasiado sabes!
Me parece que me he escurrido. ¿Y si se engolosina, y yo mismo la echo a perder, despertándole la codicia? En realidad..., ¿qué clase de mujer es? No es cosa de hacer el primo. Una chicuela criada a puerta de calle, en un estanco, una corista distinguida... ¡Me da una rabia pensar que si hubiera tenido paciencia la pesco con cuatro cenas y un traje!
Cuando al retirarse a casa salió acompañada de su tío, había en la puerta una manada de caballeretes esperando para verla de cerca; don Quintín, que así se llamaba su Argos, puso cara feroz y ella, esforzándose por reprimir la alegría, procuró estar seria. Nadie durmió sosegadamente aquella noche en el estanco.
A fin de tenerle más sujeto, dispuso aquel Tetrarca con faldas que la criada hiciese los pocos recados que en la casa se ofrecían; buscó y pagó persona que acudiese a los centros oficiales de donde había que recoger las sacas del tabaco y los pedidos del papel sellado; obligó a su esposo a encargarse de la venta desde que se abría hasta que se cerraba el estanco para que no tuviera momento libre, y, finalmente, decidió pasar el día sentada junto al mostrador, en continua vigilancia, con propósito de morder y arañar a quien se presentase trayendo carta o recado sospechoso.
Rumalda, no tengo tabaco dijo el atleta ; bájate al estanco... pronto, chica.... Pues como iba diciendo, si a un hombre como yo, que es todo pólvora, se le hubiera preguntado con decencia dónde había pasado el día y qué negocios traía con el futraque, el hombre habría contestado como un caballero. ¡Si aquí no hay misterio...! Que un señor, a quien conocí en casa de D. Felicísimo, viene a buscarme y me dice: «Sr.
Nos encontramos esto, mal comparao, lo mesmo que una pocilga, con perdón de usted; menos el cuartito que da al patio, ese estaba limpio. «¡El cuartito que ella tenía y del cual me habló tantas veces!» pensó don Juan, y en seguida dijo: ¿Conque le dieron otro estanco? ¿dónde? En la taberna de al lao ú en ofecinas de estancadas, le darán a usted razón.
El establecimiento de esta renta en unas provincias de las Islas y no en otras, especialmente en las ultramarinas, respecto de la isla de Luzon, ocasiona tres clases de graves perjuicios. 1.o La falta en el erario de la contribucion de los pueblos exentos del estanco, cuyo privilejio mantiene tambien una desigualdad é injusta condicion entre súbditos de un mismo gobierno. 2.o La falta de consumo que en las provincias del estanco ocasiona el contrabando abundante que las provincias exentas hacen á favor del fácil trasporte por mar y de la estension de las costas no pobladas de la isla de Luzon, que tanto favorece los desembarcos.
Palabra del Dia
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