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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Pero vino una ráfaga, y la barca se inclinó con rápido movimiento; Juanillo, para guardar el equilibrio, agarrose al borde de la vela, y en el mismo instante ésta se hinchó como si fuera a estallar, lanzando al laúd en una carrera veloz y empujando con fuerza tan irresistible todo el cuerpo del muchacho, que lo disparó como una catapulta.
A poco de estallar la guerra, unos hombres extraños vinieron por aquí y soliviantaron a los cerdos, a las gallinas y a otros muchos animales domésticos. ¿Cuánto os dan aquí por una docena de huevos? parece que les preguntaron a las gallinas. Y los jamones dijeron, dirigiéndose a los cerdos , ¿a cómo los vendéis? El cerdo, animal muy tradicionalista, dio un gruñido y no hizo caso.
Un trueno que retumbó sobre Vetusta sirvió de acompañamiento a la cólera del canónigo. «¡Eso! ¡eso! rugió mientras abría la portezuela y se apeaba frente a su casa . ¡Esto sólo se arregla con rayos!». Y entró en su casa después de pagar al cochero. Los rayos que quería le esperaban arriba dispuestos a estallar sobre su cabeza.
Vibró dolorosamente su cuerpo de pies a cabeza, próximo a estallar; le zumbó el cráneo cual si reventase; una mortal angustia contrajo su pecho... y cayó en un vacío lóbrego e interminable, con la inconsciencia del no ser.
Los escombros de su propiedad le servirían de sepulcro. Y la certidumbre de la muerte en las tinieblas, como un roedor que ve obstruídos los orificios de su madriguera, comenzó á hacerle intolerable este refugio. Arriba continuaba la tempestad. Un trueno pareció estallar sobre su cabeza, y á continuación el estrépito de un derrumbamiento. Un nuevo proyectil había caído sobre el edificio.
Marcenes quiso obedecer la orden de su jefe, pero no le fué posible; el martillo cayó sobre el pistón sin hacer estallar el fulminante. Entonces, con decisión marcial, arrojó el arma que no le servía de nada, sacó el sable de la vaina de cuero e hizo esfuerzos supremos por alcanzar al alcalde, que con valor temerario se le había adelantado lo menos veinte pasos en la persecución del ladrón.
Ya en la calle se desahogó jurando terriblemente, hasta el punto de escandalizar á un guardia que hacía tranquilamente su servicio. Al principio anduvo sin objeto ni saber á dónde iba. La sangre le hervía y su cabeza parecía querer estallar. Aquel hombre frío había perdido la calma y se encontraba en uno de esos momentos en que no se da importancia á la vida, ni propia ni ajena.
Doña Inés, si tal cosa se realizase, sería capaz de tener un ataque de rabia o de estallar como una bomba.
Mira, cuando te marchaste, me sentí tan sola, tan abandonada, que tuve necesidad de todo mi valor para no estallar en sollozos. «Hubiera podido prohibirte que bailases con otro», me decía yo... «¿Por quién he venido a la fiesta sino por él? ¿por quién me he puesto tan guapa sino por él?...» Y el pie me ardía mil veces más que antes sufrí un desmayo, y después... de repente... ya sabes lo que me sucedió.
Esta relación de las altas jerarquías que servía la aguja de doña Rosalía, le dió cierta importancia á los ojos de María de la Paz Jesús. Yo vivo allá arriba y he visto... ¿Pero ustedes no han caído en ello? ¿En qué? En ese hombre que ha entrado aquí. ¿Qué hombre? ¿qué dice? exclamaron á una las dos ruinas en el tono del que siente estallar un volcán.
Palabra del Dia
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