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Actualizado: 27 de mayo de 2025


No, gritó uno con mucha fuerza; con resuelta seguridad; casi, casi con inspiracion. Nadie ha acertado, y diciendo esto, daba fuertes golpes sobre la mesa. Todos los comensales que nos pudimos enterar del juego, teniamos la cara vuelta, y esperábamos, con creciente curiosidad, ver en qué paraba el acertijo.

Fue una revolución a bordo; en vano procuré detener al suizo, explicándole que, aun cuando el buque anunciado fuera el que con tanta ansia esperábamos, tendríamos un día y medio o dos que pasar en aquel punto, mientras se hacía el transbordo de las mercaderías. ¡En vano!

Fijé el lugar, y como era muy posible que nos dieran caza y encontrándonos un papel así nos lo quitaran, traduje la indicación al vascuence, y, mientras esperábamos que acabaran de enterrar el tesoro, Allen, por mi consejo, fue marcando en un devocionario las letras que componían los datos puestos en vasco.

Pues , naturalmente, desde hace dos días te esperábamos por momentos; es decir que comenzábamos a creer... Había encerrado mi mano en las suyas y trataba de verme la cara. En su actitud había una mezcla particular de cordialidad y de embarazo: parecía que trataba en vano de encontrar en a su antigua amiga, su antigua confidente. ¿Cómo está Marta? pregunté.

Creíamos terminada para siempre la guerra; era un monstruo de los tiempos remotos que nunca podía resucitar; y ahora la guerra surge cuando menos lo esperábamos y nadie sabe cuándo acabará. ¿Viviremos esclavos eternamente de nuestra barbarie original, sin que haya educación capaz de modificarnos?... ¿Será una mentira el progreso?... ¿Estaremos condenados á dar eternas vueltas, lo mismo que una rueda, sin salir jamás del mismo círculo?...

Una leyenda antigua nos hizo preguntar con interes por el de los condes de Cabra: esperábamos hallar en él algo de sombrío, de misterioso, de siniestro; mas nada, absolutamente nada vimos que pudiera traer á la memoria el horror de aquella noche en que ciego de cólera uno de los condes por la infidelidad de su esposa, pasó de una sola estocada á los adúlteros, mató á criados, pages, escuderos, doncellas, amas, y al fin hasta el negro que le acompañaba . No solo no es ya posible distinguir en él la pálida y desencajada sombra del marido; no solo no es ya posible percibir el lastimoso eco de las víctimas; su fachada, sus patios, sus salones parecen estar encargados de desmentir á los que le han hecho teatro de tan espantosa escena.

Continuámosla, sin embargo, con nuevos bríos, pero a puntada larga, es decir, enrareciendo los colgajos, porque ya se oía otra vez el toque de antes, señal de que se había puesto en camino lo que esperábamos, amén de que no andábamos sobrados de telas ni de «herrajes» para cubrir tantas paredes.

Una mesa pedía dos botellas, la otra tres, la otra cuatro; y todos cantaban, intercalando en su música gritos de animales conocidos o fantásticos... Esperábamos la llegada de las damas: unas cuantas coristas que habían prometido no a quién, tal vez a nadie, su interesante presencia. Pasaba el tiempo y no venían.

Galanas, frondosas, al llegar la primavera, nuestras flores queridas, las que nosotros plantamos, de las cuales esperábamos Linilla y yo pruebas maravillosas de amorosa fidelidad, no lucirían para mi amada sus perfumadas corolas; ninguna de ellas adornaría los negros cabellos de la niña. ¡Adiós alegría! ¡Se iba con ella, y acaso para no volver más!

Contra lo que nosotros esperábamos, transcurrió bastante tiempo antes que pudiéramos conseguir que Blair consintiese en que su hija volviera al colegio, porque, en verdad, tanto el padre como la hija se amaban entrañablemente y estaban muy apegados.

Palabra del Dia

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