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Actualizado: 29 de julio de 2025
Vistiéndose con el mismo esmero que si fuera á desempeñar su sagrado ministerio, y precisamente de la misma manera, descendió las escaleras sin hacer ruido, abrió la puerta y salió á la calle. Andando como en un sueño, y quizá realmente bajo la influencia de una especie de sonambulismo, el Sr.
Pronto manifestó su familiaridad con la ponderosa é imponente maquinaria de la antigua medicina, en la que cada remedio contenía una multitud de extraordinarios y heterogéneos ingredientes, compuestos con tanto trabajo y esmero como si se tratara de obtener el Elixir de Vida.
Cualquiera que sea el destino que le reserve el capricho o la fantasía de la que ama, se consagrará a ella, en recompensa de la noble acción de su padre, que educó al hijo del pueblo, al huérfano pobre, con un esmero igual al que dedicó para la educación de su propio hijo. Reflexionando de esta manera, recordando el pasado, Juan llegaba ante su pabellón, situado al borde del Marne.
Estas retenciones de bilis le producían a don Agustín algunos disturbios en el estómago; estuvo tentado algunas veces a dejar la casa, pero le dolía en el alma abandonar un gabinete muy gentil al mediodía, que él había amueblado con particular esmero.
Gritó desde la puerta; pero como no respondiera al llamamiento su vecina, salió impaciente. No tardó cinco minutos en volver acompañada de una mujer joven y flacucha, insignificante, lacrimosa, horriblemente vestida, pero peinada con increíble esmero.
Don Mateo, firme, indomable, conservaba tenazmente, con amoroso esmero, este exiguo rescoldo del fuego del placer. Gracias a su perseverancia, aquella noche se convirtió en viva y animada hoguera.
La niña, en el tibio bienestar del baño, sonreía, y Perucho, sosteniéndola por los sobacos, hablándola con tierna algarabía de diminutivos cariñosos, la columpiaba en el líquido transparente, le abría los muslos para que recibiese en todas partes la frescura del agua, imitando con religioso esmero lo que había visto practicar a Nucha.
La buena Rita miró a don Manuel con asombro, y viendo tan cerrado su semblante y tan resuelta su actitud, tomó a la pequeña en sus brazos con blandura, y comenzó a cuidarla con sumisión y esmero. La niña no se mostró ingrata a esta solicitud, y desde el día de su llegada se hizo un puesto de amor en el palacio de Luzmela. ¿Cómo te llamas? le había preguntado Rita con mucha curiosidad.
Elisa se esmeró entonces en su vestido y peinado; lució nuevas y ricas galas; aguzó el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo su conversación; atrajo en torno suyo a cuantos hombres valían más por cualquier estilo; se rodeó de más brillante y numerosa corte que nunca, y ni aun así pudo vencer la indiferencia del Conde.
Un solo hecho bastará para justificar este aserto, por lo tocante á la gran procreacion de los ganados. Un indio llamado Pedro Chambi, habia reunido con el producto de su industria unas quince vacas, á cuya cria dedicándose luego con esmero, llegó de tal modo á multiplicarlas, que fuera del gran número vendido por él mientras vivió, aun dejó en 1828, al terminar sus dias, como mil cabezas.
Palabra del Dia
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