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Actualizado: 7 de mayo de 2025


En el centro de un grupo de corpulentos árboles se alzaba un pabellón en donde pasaban durante las calurosas horas de la canícula el abuelo y el nieto largos ratos, entregados unas veces a los ejercicios de la gimnasia y de la esgrima, otras a la lectura.

Completaban la decoración una enorme espada pendiente del mismo clavo que sostenla un niño Jesús bordado en cañamazo, dos escopetas arrimadas a un rincón, dos guantes y dos mascarillas de esgrima junto a dos pares de floretes, tres maletas muy usadas y un hombre.

Pero, querido tutor repuso Amaury, sin poder reprimir una ligera, sonrisa, habré de hacerle observar que todos esos conocimientos superfluos que usted me critica los debo a su cuidado casi paternal. Usted me ha dicho siempre que la esgrima y la equitación, unidas al conocimiento de algunos idiomas extranjeros, vienen a completar la educación de un noble en nuestra época.

No llegaba a desde una legua y andaba alrededor con el cucharón, y como yo me estaba quedo, parecían tretas contra olla que se sale. Díjome al fin: -Esto es lo bueno y no las borracherías que enseñan estos bellacos maestros de esgrima, que no saben sino beber.

Aquel es de valor y grande estima Que sabe con prudencia gobernarse: Diremos con razon tener la prima Aquel que vemos sabe resguardarse Con gran maña en el arte de la esgrima, Y

Renováronse con esto las voces de los presentes y las alabanzas del extranjero; el cual en la carrera, en la esgrima, en la lucha, en la barra y en el tirar de la ballesta, y entre otras muchas pruebas que no cuento, con grandísimas ventajas se llevó los primeros premios, quitando el trabajo a sus compañeros de probarse en ellas.

En cambio, si quiere entrar en la política, o si es aristócrata, se compra unos floretes, unas zapatillas y una careta y se inscribe en una academia de esgrima. En Inglaterra no existe el honor caballeresco, y en Barcelona, tampoco. Un barcelonés puede ser un hombre muy digno y hasta un hombre muy sinvergüenza sin necesidad ninguna de tener honor; pero no así un madrileño.

Detrás de la mesa un sillón forrado de la misma tela que la silla que antes hemos visto, y detrás del sillón, y colgada de la pared, la cabeza disecada de un ciervo, sobre cuya profusa cornamenta descansa una linda escopeta de dos cañones, y debajo de la cabeza, y también colgados, un par de floretes, otro de caretas y un guante de esgrima.

Aquella vez, como otras muchas, lord Gray esquivaba tratar el asunto. ¿Con que quiere usted que le una lección? me dijo después. ; pero tal, que con ella aprenda de una vez todo lo que encierra el noble arte de la esgrima; porque, milord, tengo que matar a uno. Es cosa fácil. Le matará usted. ¿Vamos a casa de milord? No; vamos al ventorrillo de Poenco.

Díjome: "Al fin, esto es lo bueno, y no las borracheras que enseñan estos bellacos maestros de esgrima, que no saben sino beber!"

Palabra del Dia

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