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Actualizado: 22 de junio de 2025
Acaso el papel de Raúl no era el más agradable y hubiera él preferido el de Blanca, que acompañaba generalmente a su amiga y se esforzaba por consolarla mientras él divertía a la madre. Pero hubiera sido imprudente invertir los papeles y el provecho hubiera sido menor. En efecto, la abnegación de Raúl no era perdida.
Sin embargo, aun en lo referente a la vida material, sintió el joven el vacío de su madre. Aurelia se esforzaba en que no echase de menos nada; pero estaba bastante lejos de alcanzar la suprema delicadeza de aquélla. Poco a poco, no obstante, se fué adiestrando en el gobierno de la casa. Además, Raimundo ya no exigía los refinamientos de antes.
Severiana se esforzaba en impedirlo; pero Guillermina no cedía. «Déjame tú... si a mí esto no me cuesta ningún trabajo... Vete a ver lo que quiere Juan Antonio, que está dando voces hace un rato». La pobre menestrala deseaba tener tres o cuatro cuerpos para atender todo. «Hombre, ten consideración. ¿Cómo quieres que deje a la señora en...?». Al ver la de Rubín este tráfago y la poca gente que había para tan diversos quehaceres, brindose gustosa a ayudar.
Arismendi habia logrado hacer frente á las armas españolas y desde mediados de Noviembre las tenia circunscritas á las fortificaciones de Pampetar y Santa Rosa; pero se esforzaba inútilmente por reducirlas del todo, disponiendo ya de mas de 1.500 combatientes medianamente armados.
Tropezó la joven con los almohadillados carnosos de su palma, y al mismo tiempo una voz enorme que se esforzaba por ser dulce llegó á sus oídos desde lo alto: -Doctor Popito, puede usted volver cuando quiera: el Hombre-Montaña la invita. Si Momaren es el Padre de los Maestros, yo deseo ser el Padre de los Enamorados.
Al descansar unos instantes, su rostro expresaba de tal modo intenso este divino sentimiento del primer amor, que su tía Clementina, al cruzar del brazo del presidente del Congreso, no pudo menos de sonreír dirigiéndole una mirada mitad cariñosa, mitad burlona que la hizo enrojecer. Pepe Castro se esforzaba por sacarle las palabras del cuerpo.
Mucho se esforzaba en olvidarla, pero no podía disimularse que aún sentía una tierna inclinación hacia esa mujer, cuyo sabroso encanto y cuyo espíritu lleno de alegres ternuras habían por un momento hecho latir su corazón de cincuentenario.
Como que de allí ha salido todo... dijo una voz que se esforzaba en ser autorizada y convincente a pesar de ser la voz de un salvaje. ¿Qué ha salido de allí? Los polvos. ¡Los polvos! El que esto aseguraba era un hombrón, un animal de esos que aparecen en las tempestades populares, sin que se sepa bien quien los trajo, y en todas ellas dejan señal sangrienta de su paso.
Desde aquel día salieron juntos a correr los museos, las academias, las viejas iglesias, unas veces solos, otras con la señora de compañía, que se esforzaba por seguir sus pasos. Eran dos camaradas que se comunicaban sus impresiones sin pensar nunca en la diversidad de sus sexos.
El griego se esforzaba por ocultar su cólera, jugando y perdiendo como un simple «punto». Le era imposible gritar «¡banco!» hasta que empezase otra talla, quedando agotados los naipes del doble cajoncito. Pero continuaba en su puesto, con una arrogancia de domador, convencido de que al fin llegaría á sujetar á la burlona casualidad.
Palabra del Dia
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