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Actualizado: 29 de junio de 2025


A pesar de conocer a Orense y haber estado en Santiago cuando niño, discurría y fantaseaba a su modo lo que debe ser una ciudad moderna: calles anchas, mucha regularidad en las construcciones, todo nuevo y flamante, gran policía, ¿qué menos puede ofrecer la civilización a sus esclavos?

La Orden dio por el rescate de su heroico guerrero centenares de esclavos, naves y cargamentos, como si fuese un príncipe. Años después fue don Príamo el que, entrando en una galera de Malta, encontró encadenado en un banco de remero al intrépido Dragut. Se repitió la escena sin sorpresa para ambos, como si el encuentro fuese natural. Se estrecharon las manos. ¡Cosas de la guerra! dijo uno.

El amo de la tierra se resignaba a aceptar lo que esta quisiera darle. La extensión suplía la debilidad de un cultivo rutinario. Si la cosecha era mala, se hacían economías sobre el trabajo de los braceros y sobre los gazpachos que los alimentaban. Nunca faltaban esclavos que ofreciesen sus brazos. A bandadas bajaban de la sierra las mujeres y los gañanes pidiendo trabajo.

Verdad también, que, raro era el testador de regular posición social, que no recompensaba los servicios que sus esclavos le habían prestado «ahorrándolosesto es, concediéndoles plena libertad y hasta otorgándoles mandas ó legados para atender á su sustento.

Todos los administradores fueron sorprendidos con mayor cantidad de frutos en su propiedad, que la parte destinada para el Estado; no se necesitaba testimonio mas claro del uso inicuo que hacian de sus funciones, y del partido que sacaban de los pobres indios, valiéndose de la autoridad que tenian sobre ellos para hacerlos trabajar como á esclavos.

Para probar los pueblos de la tierra, Para templar las almas de los bravos, En medio del estruendo de la guerra Dios suele coronar á los esclavos, Mas luego con su mano poderosa Los hunde de la noche en la honda fosa.

Tiemblan de que puedan enviarlos á engrosar el número de los hombres adormecidos interiormente, de los esclavos que sólo sirven para prestar sus fuerzas.

Como Ra-Ra vivía entre los esclavos del puerto, y éstos guardaban cierta relación con aquella otra gente todavía más inferior que acompañaba al gigante, había recibido ciertas confidencias sobre peligros que amenazaban al Hombre-Montaña. Son noticias todavía vagas continuó Popito . Nuestros amigos sólo han podido sorprender hasta ahora palabras sueltas.

Millares de esclavos negros, empleados en las faenas del puerto y en otros trabajos, discurrían solícitos por donde quiera. Marineros, soldados y hombres y mujeres del pueblo, paseaban o formaban grupos para charlar y reír, tratar de amores o promover pendencias.

Para evitar que los indios fueran esclavizados por los colonos, los jesuítas recomendaron y fomentaron la importación de esclavos africanos durante los dos siglos siguientes. Entre los años de 1555 y 1640 el país sufrió numerosas invasiones de franceses, holandeses e ingleses, que procuraron obtener posesión del territorio brasileño.

Palabra del Dia

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