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Actualizado: 22 de julio de 2025
Bailón me parece á mí que está equivocado, y la Humanidad no debe de ser Dios, sino la Virgen.... Claro, es hembra, señora.... No, no, no... no nos fijemos en el materialismo de la palabra.
Yo también me he equivocado, señora, porque pensé que los sabios como su marido serían los hombres más prudentes y los más delicados. Perdone usted...
Usted tiene formado de mí un concepto muy equivocado... Yo soy un indigno pecador... Gracias infinitas daré a Dios si me lleva al purgatorio, aunque esté allí miles de años... Y lo decía de todo corazón el virtuoso clérigo.
¡Ah! perdone usted la dije, me he equivocado... buscaba... dispénseme usted... a los pies de usted. ¡Buscaba usted a Amparo! me dijo. Sí... en efecto, una joven... Que encontró usted hace seis años a media noche en la calle... Y los ojos de la joven se llenaron de lágrimas... ¡Amparo! exclamé, reconociéndola al fin.
Donde yo puedo llevar á vm., es á la Normandía baxa, dixo el cabo de ronda. Hízole luego quitar los grillos, dixo que se habia equivocado, despidió á sus corchetes, y se llevó á Candido y Martin á Diepe, entregándolos á su hermano.
Así permaneció extendida sobre el pavimento hasta que la luz del día rayaba. Rayaba apenas el día cuando nuestra joven se levantó bruscamente del suelo. Quedose inmóvil un instante con el oído atento; pero no percibió el sonido de las campanas de San Felipe, que creyó escuchar en sueños. Se había equivocado; todavía no eran las seis.
Tan equivocado había sido nuestro cálculo, que a los trescientos ochenta y siete pasos de la segunda exploración pasamos por el lugar que con tanta minuciosidad habíamos escudriñado momentos antes, y continuando nuestro camino, siempre adelante, nos paramos al llegar a los cuatrocientos cincuenta y seis pasos, sobre la cima de un alto campo muy similar al otro, aun cuando más agreste y todavía más inaccesible.
Abandonaron la caldera, que rodó hasta la llanura chocando de roca en roca, y con el corazón oprimido por la angustia y la frente bañada en frío sudor, atravesaron la última línea de rocas y bajaron hacia la playa. El Capitán no se había equivocado: en el campamento reinaba el desorden más espantoso.
Haciendo oídos sordos, el porfiado gascón permanecía impávido, sin fruncir ni la punta de la nariz... De pronto, doña Inés soltó una carcajada cristalina: ¡Se ha equivocado de postura!
Sería prudente evitar sus comprometedoras asiduidades... Disculpe usted mi franqueza, Currita. Ya sabe que sólo hablo por servirla... ¡Y si estoy equivocado, perdóneme también!
Palabra del Dia
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