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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pepet, su hijo, estaba llamado a más altos destinos: iba a ser cura, y después que cantase misa entraría en un regimiento o se embarcaría con rumbo a América, como lo habían hecho otros ibicencos que recogían allá mucho dinero y lo enviaban a sus padres para comprar tierras en la isla.
Solo estuvo en la pelea; solo cuando Fernando, que a nada se supo atrever, ni quería descontentar a los de la conquista, que le mandaban a la corte tan buen oro; solo cuando Carlos V, que de niño lo oyó con veneración, pero lo engañaba después, cuando entró en ambiciones que requerían mucho gastar, y no estaba para ponerse por las «cosas del clérigo» en contra de los de América, que le enviaban de tributo los galeones de oro y joyas; solo cuando Felipe II, que se gastó un reino en procurarse otro, y lo dejó todo a su muerte envenenado y frío, como el agujero en que ha dormido la víbora.
¡Ah! ¡doña Catalina! ¡Ah! ¡don Francisco! A este punto, don Francisco y doña Catalina estaban á muy poca distancia el uno del otro, y se enviaban mutuamente al rostro la luz de la bujía y de la linterna.
Las tropas querían estar libres de impedimenta, para moverse con más agilidad, y la enviaban lejos por ferrocarriles y carreteras. Así debía ser. Y en los ruidos que persistieron durante toda la noche sólo quiso adivinar el paso de vehículos llenos de heridos, de municiones, de víveres, iguales á los que habían desfilado por la tarde.
Mas como aquí no había paseo suplementario desde donde espiarse, ni era fácil por la noche estar de espera en los balcones, aquellas ingeniosísimas damas, tan dignas como ingeniosas, hallaron un medio de dejar siempre a salvo su honra. Poco después de sonar las diez, hora en que daba comienzo el baile, enviaban hacia allá de descubierta, como caballería ligera, a sus papas o hermanos.
Al día siguiente, las madres de los novios hacían platos con los dulces esparcidos en la cama y los enviaban a las solteras del barrio con una flor de la corona.
De todas las privaciones que sufrió, la que mas le molestò fué el hambre. Sus efectos fueron sobre todo terribles en Santa Catalina, donde á los horrores de una escasez absoluta se agregaron los de una crueldad refinada en los gefes, que enviaban al cádalso á los que luchaban con la muerte por falta de alimentos. El autor deplora estos rigores culpables; porque
Los insolentes franceses, mucho antes de la declaración de guerra, enviaban nubes de aeroplanos sobre las ciudades alemanas, bombardeándolas. Ferragut parpadeó de sorpresa. Esto era nuevo para él. Debía de haber ocurrido mientras estaba en alta mar. El autoritarismo verboso de la doctora no le permitió duda alguna... Además, aquella señora debía saber las cosas mejor que los que viven navegando.
El primogénito permanecía siempre al servicio de la casa, y a los demás hijos varones los condes los dedicaban a la Iglesia, o los enviaban a que se ganasen la vida por el mundo. En mi familia ha habido bastantes abades, y no me sorprendería tener algún tío ricacho en América, sin yo saberlo. Mi abuelo era así como administrador de la casa de Valdedulla.
Durante ciento cincuenta años hay que reconocer que se mantuvieron fieles á sus compromisos, y eso que desde Madrid sólo de tarde en tarde les enviaban los subsidios prometidos.
Palabra del Dia
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