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Actualizado: 22 de junio de 2025


Finalmente, como mejor se pudo, tiramos adelante hasta tocar en las riberas donde vivían los Payaguás, matadores del buen Aniceto y sus compañeros; deseamos ganarlos y reducirlos al gremio de la Santa Iglesia; y para eso por medio de los Payaguás amigos, les enviamos una embajada asegurándoles de nuestro buen ánimo para con ellos y que les perdonábamos la traición pasada, que más por temor de alguna trama de sus enemigos, que por malicia, habían maquinado; que tomasen el partido de compañeros nuestros y fabricasen una Reducción, porque de otra manera, habiendo nosotros de frecuentar aquel camino, nuestros indios sujetarían su orgullo; y que para satisfacción de lo pasado, nos restituyesen los esclavos españoles que tenían.

España manda á Cuba cada año, en mercancías, por valor de veinticinco; pero como de allí vienen seis, la balanza de comercio sólo da en nuestro favor diecinueve. Y como si todas las mercancías que enviamos á Cuba no valiesen un pito y fuesen una basura grandísima, que nosotros hiciésemos tragar y pagar por fuerza á los infelices y tiranizados cubanos, el Sr.

El entierro lo harían al día siguiente en Izarte. Enviamos a un hombre a que encargara el ataúd al carpintero, y Urbistondo y yo nos quedamos en la casa. Me sorprendió bastante ver al médico de Elguea, que allí mismo sobre la mesa extendió la partida de defunción del muerto, a nombre de Tristán Ugarte, de profesión marino. Me chocó, pero no dije nada.

Os lo enviamos con dos objetos: primero, para que con vuestra gran prudencia veáis si podemos fiarnos de ese joven, y después para que os encarguéis de su recompensa. A él, por ciertos asuntos de amores, según hemos podido traslucir, le conviene servir en palacio; nos conviene también, ya deba fiarse ó desconfiarse de él, tenerle á la vista.

En esto dije á D. Alvaro y á Guimarán y á Copones que fuésemos á mi tienda, y que no se dijese nada por no alterar el campo, y así se hizo, mostrando Don Alvaro que tenía gran esfuerzo y que no vendría allí el armada en dos ó tres días, diciendo que se repararían en Trípol y tratarían con Dragut, y otras cosas, y quiso que nos sentásemos á cenar; y yo, porque mi diligencia no paresciese menos ánimo que el suyo, hice lo que quiso y enviamos á Guimarán á que procurase con Juan Andrea que me enviase los esquifes, pues parescía que no convenía que yo me embarcase y dejase la gente que había de ir, especialmente siendo tanto daño quedando el agua limitada, y á la verdad, como no me puse á cenar con gana ni con sosiego, no lo pude sufrir y dije á D. Alvaro: «Dejemos esto, señor; entendamos en lo que hemos de hacer; no es tiempo de cenar con reposo;» y así, hice llamar á mi secretario, entre tanto que Guimarán volvía, y firmé y despaché algunas cosas necesarias, y hice embarcar en los pocos barcos que había á mi hijo y á la mayor parte de mi casa, y ordené á la gente que había de embarcarse que estuviese á puncto á la marina, esperando los esquifes, pudiendo venir todos como vino él en uno, siendo tan necesario desembarazar aquella plaza de la gente sobrada por razón del agua, y dijo cómo Juan Andrea y los otros caballeros y capitanes de galeras se habían juntado en Consejo, y resuéltose que las naves se levasen y se fuesen, y partirse ellos aquella noche, porque cuando el armada viniese el día siguiente de Trípol, donde presumían que estaría, no les hallase allí; y que no había para qué enviar los esquifes, sino que yo y Don Alvaro nos metiésemos en el que él venía y que nos fuésemos, porque no esperaban otra cosa que á mi ida, y que D. Sancho de Leyva decía que no era razón que yo por dejarme de embarcar pusiese en peligro que se perdiese aquella armada de S. M.; y acordándome yo que había dado mi palabra como caballero de no dejar en Berbería á los tudescos, y de ponerlos en tierra firme y de cristianos, envié á llamar al Coronel y á los otros oficiales y díjeles lo que me enviaban á decir de la mar y el término en que estaban las cosas, y que viesen lo que de querían, que el armada se podía ir muy bien sin , y no yo sin cumplir mi palabra.

27 Así que, enviamos a Judas y a Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo mismo. 28 Que ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: Pasadlo bien. 30 Ellos entonces despedidos, descendieron a Antioquía; y juntando la multitud, dieron la carta. 31 La cual, como leyeron, fueron gozosos de la consolación.

Palabra del Dia

estaquis

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