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San Vicente Ferrer, pongamos por caso, fue acometido dos veces por lindísimas señoras de él enamoradas, las cuales se llevaron chasco y se quedaron tocando tabletas, a pesar de los esfuerzos que hicieron, y entregadas a los mismísimos demonios, sus colaboradores y guías en esfuerzos tan desenfrenados y lascivos.

Al lado derecho campea sobre esta misma faja un arco ornamental de once lóbulos, encerrado en otro arrabá cuajado todo de tracería relevada, sostenido por dos muy ligeras columnillas entregadas en el muro.

Todos se acogieron al asilo del templo, en donde con muchas lágrimas y señales de arrepentimiento, imploraban el perdon de sus vidas y el indulto de sus casas y haciendas, para que no fuesen entregadas á las llamas, como merecian.

Su hermosura, su mirada, única entre todas las mujeres, habían sido mías bien mías, porque me habían sido entregadas con adoración también apreciará usted esto algún día. Hice lo humanamente posible para olvidar, me rompí las muelas tratando de concentrar todo mi pensamiento en la escena.

Los pueblos pastores ocupados de propagar los merinos que producen millones y entretienen a toda hora del día a millares de hombres; las provincias de San Juan y Mendoza, consagradas a la cría del gusano de seda, que con apoyo y protección del Gobierno carecerían de brazos en cuatro años para los trabajos agrícolas e industriales que requiere; las provincias del Norte, entregadas al cultivo de la caña de azúcar, del añil que se produce espontáneamente; las litorales de los ríos con la navegación libre que daría movimiento y vida a la industria del interior.

Al deshonor sus hijas entregadas, Las madres en los templos azotadas Coronadas del moño de irrision, Arrastrando cual mulas torpe carro Donde llevan un ídolo de barro Que colocan al lado del Señor!! La tribuna de Agüero y de Dorrego, Cuya palabra descendió cual riego En medio de la barra popular, Hoy la ocupan estúpidos sectarios Donde leen un papel sin comentarios En defensa del crímen y maldad.

Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entregadas a Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son, como los de los duendes, aparentes y falsos, y sólo puedo darle estos acuerdos que della tengo, sin perjuicio, pero, de los que tengo de Dulcinea, a quien agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes, que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora.

Entre tanto seguían extendiéndose magnificándose las de nuestra fe y nuestras armas en los más apartados y hasta entonces inexplorados países y entre gentes infieles y selváticas, alucinadas por el demonio y entregadas a crueles supersticiones y a monstruosos y nefandos ritos.