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Actualizado: 6 de octubre de 2025


Este puerto es abrigado, limpio, de mucho braceaje, y aunque abierto al O. le protege la isla Bongo, que se halla delante de la entrada.

Y mientras tanto, los calafates, brocha en mano, pinta que pinta. El cañonero echó anclas al mismo tiempo que desaparecían en la entrada del pueblo los últimos despojos de la barca. Yo me quedé en este sitio, queriendo verlo todo, y para mayor disimulo ayudaba á unos amigos que echaban al mar una lancha de pesca.

Había pasado toda la mañana averiguando dónde vivía Bozmediano, y en las pocas horas que permaneció en la casa de las tres nobilísimas damas, oyó decir que doña Paulita estaba muy mala, y que Clara no estaba buena. Lázaro salió, y ya entrada la noche penetraba en los solitarios barrios de la Flor Baja, donde está la habitación de los Bozmedianos. Entró en el portal y preguntó por don Claudio.

Quevedo suspiró, pero suspirando cargó con un colchón y le llevó á la cámara; volvió y cargó con otro, y así sucesivamente, colchones, ropas, muebles aumentaron el montón que cubría la puerta de entrada de la cámara; y cortinas, tapices, cuadros, ropas, todo fué á parar allí, y todo esto en pocos momentos.

A la boca ó entrada de esta bahia, por la banda del norte, hallaron catorce brazas de fondo, barro algo negro y bueno para anclar: y en la banda del sur, á la entrada hay cinco, seis y siete brazas de la propia calidad en el fondo.

Maltrana la hacía seguir adelante. Aún quedaba mucho por ver: estaban en la entrada del Rastro. Abajo, en las Américas tenía él amigos, tenía parientes: ellos les indicarían lo más ventajoso.

Esto no es más que un sacudimiento pasajero, don Mariano... ¡Ya verá usted qué pronto luce el iris de paz! , ..., ¡ya escampa!... ¿Ha leído usted el artículo de entrada de La Tradición? ¿Está muy fuerte? Poca cosa... Dice que todos los buenos católicos deben empuñar las armas, para exterminar la caterva de impíos y desalmados que hoy nos gobiernan...

Esta sangre ha sido derramada, pero se eleva eternamente de la tierra y va a tenir las nubes que me cierran la entrada del cielo, en donde tu no estas y en donde yo no estare jamas!

Es preciso prohibirle la entrada». Fortunata había vuelto a cerrar los ojos. El niño callaba y se oían sus lengüetazos.

El día estaba magnífico, aunque algún tanto caluroso, como suelen serlo en Guipúzcoa los últimos de septiembre; y bajo el espacioso cobertizo que forman los ocho arcos que dan entrada a la Hospedería, mandó la condesa de Albornoz disponer la mesa.

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