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Sentíase furioso por el mutismo de Margalida, que consideraba un fracaso; por la actitud hostil de los mozos; por el modo insólito con que se había dado fin a la velada. Los atlots dispersáronse en la sombra, sin gritos, relinchos ni canciones, como si volvieran de un entierro. Algo trágico flotaba en las tinieblas de la noche.

El aparato de su entierro, costeado por el duque de Sessa, nieto de Gonzalo de Córdoba, su protector, amigo y albacea, apenas puede compararse con ningún otro de los narrados en los anales de los poetas.

Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya sólo falta colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el día. Inmóvil, en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro gallo. ¡Canta el gallo negro, pico quedo!

De ella hubiera podido decirse lo que de cierto personaje dijo un escritor elegantísimo: «Si asiste a una boda, quisiera ser la novia; si a un bautizo, el recién nacido, si a un entierro, el muerto».

Las mujeres llegaban con el traje de los días de fiesta, puestas de mantilla para asistir al entierro; las muchachas disputábanse con tenacidad ser de las cuatro que habían de llevar al pobre albaet hasta el cementerio.

A los párvulos les hacen su entierro del mismo modo, con la diferencia que pide la diversidad que hay de párvulos o adultos.

El doctor le contestó con una sonrisa que daba frío. Su tumba era la fosa común, adonde iban todos los muertos pobres. La infeliz muchacha no tenía parientes ni quien pagase los gastos de su entierro. Isidro no se había presentado para arreglar las cosas, y era seguro que su cuerpo, antes de ir al cementerio, habría pasado por la sala de disección. ¡Sufrían tal escasez de cadáveres!...

Ana y la influencia que se habían separado de él volvían a un tiempo; Ana más humilde que nunca, la influencia con cierto carácter sobrenatural. , él estaba seguro de ello, conocía a los vetustenses; un entierro les había hecho despreciar a su tirano, otro entierro les haría arrodillarse a sus pies, fanatizados unos, asustados por lo menos los demás.

Capitan Tiago tuvo buen fin, esto es, un entierro como pocos. Es cierto que el cura de la parroquia había hecho observar al P. Irene que Cpn.

Si no hubiese estado usted presente, me habría jugado una mala partida: esos maridos marinos son capaces de todo. Las cartas me han anunciado repetidas veces que yo moriría de muerte violenta, y es que las cartas conocían al señor Chermidy. Tarde o temprano me habría retorcido el cuello, y hubiera bailado el día de mi entierro.