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Actualizado: 12 de junio de 2025
Yo, a su lado, en la actitud legendaria de un infante de Lara, desesperado por la fatalidad, me retorcía lúgubremente el bigote. Y la dulce criatura, entre dos gemidos del teclado, de una sonata penetrante, cantó volviendo hacia mí sus ojos brillantes y húmedos: «L'oiseau s'envole, La'bas, la'bas!... L'oiseau s'envole... Ne revient pas...» El ave ha de volver al nido! musité yo enternecido.
De un amante enternecido ruegos ¿qué no han ablandado? ternezas ¿qué no han vencido? suspiros ¿qué no han obrado? lágrimas ¿qué no han podido? Solo en mi triste se vieron ruegos que no enternecieron, ternezas que no importaron, suspiros que no ablandaron, lágrimas que no pudieron.
Cásate. Yo no me casé porque cuando pude hacerlo ya era viejo, y además no necesitaba de familia. Con los de tu casa tenía yo bastante. Siempre me quisieron mucho. Lo único que siento es que no he podido pagarles tantos favores como les debo. Amito: si yo fuera rico no tendrías que servir a nadie, nadie te mandaría.... El pobre Andrés me abrazaba enternecido.
El general cogió a su nieto, alzándolo hasta sí, le dio no un beso sino un abrazo, como si fuese un hombre, y salió del cuarto juntamente enternecido y pesaroso. ¿Qué tiene usted? le preguntó su hijo al verle entrar en el despacho con los ojos llorosos. Tengo... tengo que tú me has salido liberal y, a pesar de los pesares... tu chico me ha salido socialista.
Diciendo estas palabras se levantó en postura de un hombre resuelto á dar fin á su vida en el rio. ¡Así, dixo Zadig para sí, hay otros hombres tan desdichados como yo! Tan pronto como esta idea fué la de acudir á librar de la muerte al pescador. Corre á él, le detiene, y le hace preguntas en ademan enternecido y consolador.
La bautizó después en un arroyo con el nombre de Bienhallado, y allí la traía, enternecido, apretando el paso, para darle pronto buena leche de las cabras del convento. Después de abrazar a los religiosos y enjugarse gruesas gotas de sudor, sacó de los bolsillos del pantalón un sobre con el sello del águila rusa. Esto es lo que le manda el general Camilloff, amigo Teodoro.
Bonis, aunque poco formalista en materias religiosas, y a pesar de que las palabras, y el tono, y las dos lágrimas de Serafina le habían enternecido hasta lo inefable, pensó, ante todo, que estaban en la iglesia y que no era el lugar nada a propósito para tal clase de tratos y contratos.
No tengo otro sueldo, ni otro patrimonio que mi trabajo personal, mi trabajo de sol á sol como humilde obrero de la inteligencia, y de esta obra he de sacar más de mil duros que habré tenido que gastar para escribirla, y si pudiera ser, para comprar la lápida de mi madre. Medio enternecido y medio lloroso me levanté de aquella piedra, y empecé á dar vueltas por allí.
Al fin me armé de valor y entré muy suavemente en su cuarto. La encontré arrodillada junto a la cama, con el rostro oculto en la almohada, y parecía orar. Me quedé inmóvil en el umbral, pues no me atrevía a perturbarla. Al fin, se volvió y al verme se levantó estremeciéndose. ¿Qué quieres? balbució. Yo me colgué de ella y mis sollozos habrían enternecido a un corazón de piedra.
Lo hago únicamente por ti, a quien quiero, no diré más que a mi hija, porque los hijos... ¡Oh, los hijos!... Tú ya sabes lo que son... pero tanto, por lo menos... y a quien estimo mucho más... Gonzalo, enternecido, se dejó caer en una silla. Comenzó a sollozar como un niño, con el rostro entre las manos.
Palabra del Dia
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