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Actualizado: 11 de junio de 2025
Extenuada por el dolor, se deja caer sobre la hierba. Querría quedarme tendida aquí un momento dice enjugándose el sudor frío que cubre su frente. Después esconde su rostro entre el césped y permanece así algunos segundos, sin movimiento. El se inquieta. Ven dice; te vas a resfriar. Ella le tiende la mano derecha, volviendo el rostro. Levántame.
Y apartó su mirada del rostro de Pedro, enjugándose una furtiva lágrima. ¡Déme su mano, señora! díjole el marqués. La vizcondesa accedió a su ruego, y él entonces, sin añadir una palabra, besó delicadamente la mano de aquélla.
Muero sin pesar y no tengo miedo. Hace tanto tiempo que no duermo bien, que necesito reposo. Olga Bremer.» El anciano experimentaba un sentimiento de angustia absoluta. Se bamboleaba, apretaba los puños y se golpeaba la frente; en seguida volvió a caer sobre una silla. Es una locura, una completa locura gimió enjugándose las gotas de sudor que cubrían su frente.
Solté una sonora carcajada al leer esta epístola fantástica y también la abuela se rió de buena gana. Está decididamente en el aire la manía de escribir dijo enjugándose los ojos que estaban llenos de lágrimas. ¡En qué siglo vivimos!... Y proponer a San Pablo... Es una broma de Francisca dije a la abuela, en cuanto pude respirar. La pobre Celestina ha sido sugestionada.
De repente se oyó un quejido desgarrador; un clamor de tortura que aterró á las dos mujeres, y casi en seguida se abrió la puerta y apareció el doctor, enjugándose la frente y diciendo: ¡Esto se acabó! El herido yacía sobre los almohadones, más pálido que antes y todavía inanimado. ¿Es él quien ha gritado? preguntó la señorita Guichard.
¡Valor, Godofredo! ¡Valor, hijo de mi corazón! exclamó la prendera. Pero la buena mujer estaba tan necesitada como él mismo. No bien pronunció estas palabras tuvo que sacar el pañuelo para secarse las lágrimas. Ambos permanecieron silenciosos bastante rato. Al fin aquélla, enjugándose bien los ojos y sonándose con estrépito, dijo: Pero ¿cómo fue eso, hijo querido? ¡Explíquemelo! ¿Cómo fue?...
Y el munícipe volvió a su asiento, enjugándose la frente, miró al gobernador con aire satisfecho y dijo a los dos alguaciles: Tenedle bien por la brida. ¿Que quién soy? dijo el extraño caballero levantando altivamente la cabeza, que hasta entonces no se había podido distinguir bien.
Al acercarme no oí ningún grito de alegría. Todo estaba silencioso, todo estaba como muerto... En el comedor encontré a mamá sola. Tenía las manos juntas y exhalaba profundos suspiros, mientras gruesas lágrimas rodaban hasta su blanca papada. Es el efecto de la emoción pensé al sentarme frente a ella. ¿Dónde estabas, Olga? dijo, enjugándose esta vez tranquilamente los ojos.
Palabra del Dia
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