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Actualizado: 5 de junio de 2025
Entregado en su estancia al pastoreo No escucha el importuno clamoreo Que eleva la ciudad, Sino cuando la patria acongojada Le demanda el apoyo de su espada Para su ley guardar. Así, cuando la horrenda tiranía De Rosas se afirmó, en su agonía La Patria le llamó: Y al escuchar su voz, se alzó cual rayo Del lado del hogar, montó á caballo Y la lanza empuñó. «A las armas, valientes!
Jacobo no se aturdió, ni Tom Sickles tampoco; empuñó el primero las riendas sin hacer ningún movimiento y saltó el segundo fuera del coche, abalanzándose a la rueda opuesta a la hundida, y tirando hacia el centro del camino con todas sus fuerzas; la vieja casera acudió en su ayuda, tirando con sus descarnados brazos, que parecían tener el aguante de dos poderosos cables.
Quién empuñó con varonil denuedo, en los tiempos de Lope y de Quevedo, "el cetro de oro y el blasón divino"; quién sembró de fé en la individual conciencia decoro en la mujer, que es otra herencia, luz en las mentes y oro en el camino.
El amable Abu-el-Casín empuñó a cuatro de estos buenos amigos y los puso en camino de la Alcazaba, y él se fué a la academia, en donde disputaban muchos sabios sobre gramática, filosofía, dialéctica y otras ciencias. ¿Quién es aquel buen amigo? dijo el agradable Abu-el-Casín, viendo a uno que en un ancho cerco de oyentes hablaba y gesticulaba con tanta fe como placer propio.
Pero a veces brillaba en su mirada una viva esperanza que Gómez de Aguilar interpretaba en estas palabras: Pero es muy probable que nos encuentren sin llamarlos y sin moverme. Al fin estaban dos de los moros a cuatro pasos del escondite. 65 Otra vez empuñó D. Pedro su puñal y miró a Aliatar. El caudillo seguía inmóvil y sus ojos le dijeron: No dude Vd. de mí; no me moveré; no los llamaré.
Como éste ya no tenía coche, se fueron a casa del brigadier, y mandó enganchar el tílbury, y subiéndose a él y poniendo al sobrino a su lado, empuñó con muy gentil disposición las riendas, y enderezó los pasos del caballo hacia la Casa de Campo.
¡El Laudes! gritó Celedonio , toca, que avisan. Y Bismarck empuñó el cordel y azotó el metal con la porra del formidable badajo.
Se figura, barájoles, que porque soy clérigo no he de pedirle satisfacción... Se equivoca... yo lo mismo visto los hábitos del sacerdote, que empuño la espada del militar. Mañana hablaremos.» Durmiose, por último, en estas disposiciones belicosas, mientras Miguel sonreía entre sábanas, pensando que todo quedaría en agua de cerrajas. No fue así, sin embargo.
Primero Frasquita rogó, suplicó y lloró, mientras don Quintín aguantó, cruzado de brazos, jurando y perjurando que el origen de aquello debía de ser una broma pesada de algún mal intencionado; por último, exasperada la esposa, empuñó un formón viejo que servía para desclavar cajones, y amenazó enérgicamente a su marido, diciéndole: ¡Te mato cuando estés durmiendo, y luego me mato yo! ¡Vamos a salir en los papeles!
Don Quijote, que vio el vuelo sin alas de Sancho, preguntó al general si eran ceremonias aquéllas que se usaban con los primeros que entraban en las galeras; porque si acaso lo fuese, él, que no tenía intención de profesar en ellas, no quería hacer semejantes ejercicios, y que votaba a Dios que, si alguno llegaba a asirle para voltearle, que le había de sacar el alma a puntillazos; y, diciendo esto, se levantó en pie y empuñó la espada.
Palabra del Dia
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