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Actualizado: 4 de julio de 2025
Después, toda la familia emprendió el camino de Trembles y los póstumos rayos del sol poniente acompañaron hasta su hogar al feliz matrimonio.
A esa hora se retiró a casa y don Rosendo también, el cual encontraba a su yerno harto distraído y preocupado. Gonzalo se disculpaba diciendo que le irritaba mucho la bilis la conducta de los amigos de Maza. Fuéronse a dormir. A eso de las once, cuando todo estaba en silencio, nuestro joven salió sigilosamente de casa y emprendió a pie por el camino de Tejada.
Le molestaría poco tiempo; iba a morir muy pronto; pero su presencia alegraría la poca vida que le quedase. Con él emprendió el regreso a Jerez, cuando los alcanzó la tempestad, obligándoles a refugiarse en el cortijo.
Á todo respondía con palabras descompuestas y furiosas, agitado por un frenesí de cólera que no le permitía ni ver claro ni hablar con coherencia. Por último, se despidió, dejando á su primo inquieto y melancólico, y emprendió la vuelta de Entralgo en un estado de exaltación que no predecía nada bueno.
El automóvil emprendió el regreso á Las Arenas siguiendo la ribera de la ría que parecía irradiar fuego bajo el torrente ardoroso del sol. Doña Cristina sonreía al paisaje, encontrándolo más hermoso que otros días. ¿Pero no has notado, Pepita, qué alegría da el recibir al Señor? Dí que hemos empleado bien la mañana.
Malespina se quedó solo conmigo, y entonces creí que iba a callar por no juzgarme persona a propósito para sostener la conversación. Pero mi desgracia quiso que él me tuviera en más de lo que yo valía, y la emprendió conmigo en los siguientes términos: «¿Usted comprende bien lo que quiero decir? Siete mil toneladas, el vapor, dos ruedas... pues.
Persuadido de esto, y sin hacer averiguaciones, emprendió la marcha hacia el Norte, creyendo anticiparse a lo que creía un rasgo de ingenio estratégico del general Reding.
Por el momento, iban á Gibraltar para recoger la carga de un vapor que no había podido seguir su navegación. Del estrecho tal vez hiciesen rumbo á Salónica una vez más. Nunca emprendió un viaje con tanta alegría el capitán del Mare nostrum. Creyó dejar en tierra para siempre el recuerdo de aquella mujer ejecutada, cuyo cadáver veía en sueños muchas noches.
Su familia imploraba la visita del revolucionario, viendo en su presencia un último rayo de alegría para el enfermo. «Ahora va de veras, don Fernando», escribíanle los hijos. Y don Fernando fue a Jerez, y emprendió a pie el camino de Matanzuela, aquel camino que había seguido de noche, en diversa dirección, tras el cadáver de una gitana.
Entonces emprendió el camino de vuelta por las mismas calles por donde había ido, sin tener más que un tropiezo. Un viejo, de aspecto decente, se detuvo de pronto ante ella; sorprendida Currita, pegóse a la pared, y el hombre hizo entonces ademán de darle una moneda de cinco céntimos, una perra chica, como llamaban entonces y aún llaman hoy a esas piezas pequeñas.
Palabra del Dia
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