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Actualizado: 4 de julio de 2025


Iba á casa de sus amos á contarles lo ocurrido, la mala voluntad de aquella gente, empeñada en amargar su existencia; y una hora después, ya más calmado por las buenas palabras de los señores, emprendió el camino hacia su casa. ¡Insufrible tormento!

De Dios era, a Dios iba y sólo de Dios esperaba. Terminado lo del cuarto, se emprendió afuera otra labor más peliaguda, para la que no bastaron las mujeres solas.

El viejo Cardenal, hombre pacífico si los había en Cádiz, iba adquiriendo á la sazón un humor belicoso también que le hacía muy molesto. Después de tomarlas con Gregorio, injuriándole y declarando á gritos que nunca le dejaría casar con su hija Isabel, la emprendió con Velázquez acusándole de traidor.

Te juro que al día siguiente de tu llegada nos casamos, si lo deseas. ¿Acaso soy la primera que tiene miedo al mar? Pero mentía. La navegación no le inspiraba temor: se negó a embarcarse por ganar tiempo, pareciéndole que aquellos dos o tres meses no habían de acabarse nunca. Pocos días después emprendió Manuel su viaje.

Sin detenerse un punto, emprendió una carrera vertiginosa, loca, detrás del caballo, como si tuviese la absurda pretensión de alcanzarle. Aunque su aliento era grande, sin embargo, se le concluyó mucho antes de llegar a la quinta. Necesitó pararse tres o cuatro veces. Por fin llegó a la verja. Entró por la puerta de hierro, que sólo estaba llegada.

Otras comedias muy regulares, pero careciendo de otras cualidades buenas indispensables, se compusieron también por Moratín el padre, por D. Cándido María Trigueros y por otros. Trigueros emprendió también acomodar á las nuevas reglas La estrella de Sevilla y El anzuelo de Fenisa, de Lope de Vega.

Velázquez salió de aquella casa feliz como un desahuciado á quien prometen la vida. Y á paso corto de transeunte curioso y satisfecho emprendió el camino de su casa al través de las calles buscando la sombra.

Y emprendió la marcha, seguido un buen trecho por los perros de Zaratustra. Al entrar en el barrio de las Carolinas quedó desconcertado y confuso por el aspecto que ofrecía en pleno Carnaval. En aquella gente adornada con los despojos de una ciudad, no se distinguían fácilmente las máscaras de los que no iban disfrazados.

Demasiado sabes la afición que tengo a los pasajes, y sobre todo a los del mar... ¿Por dónde se va? Sígueme..., ya verás. Marta emprendió la marcha hacia un bosque de pinos situado no muy lejos de la casa y Ricardo la siguió. Vestía la niña un traje azul marino, con adornos de encaje blanco, y en la cabeza llevaba sombrero de paja adornado con una guirnalda de campanillas rojas.

El doctor emprendió el regreso y, cerca ya de Gallarta, notó que un muchacho de unos catorce años, un pinche de los que trabajaban en las minas, le seguía, marchando tan pronto á su lado como delante, siempre volviendo la cara hacia él, mirándole con unos ojos desmesuradamente abiertos, suplicantes y vidriosos como si fuesen á saltarles las lágrimas.

Palabra del Dia

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