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Actualizado: 18 de junio de 2025
Y precisamente en el momento en que la orquesta tocaba para empezar el segundo acto, nuestros jóvenes se levantaron abandonando el teatro con escándalo de toda la sala. Simoun en efecto no había ido al teatro.
No tenían mas que levantarse para ver el camino a cincuenta pasos por debajo de ellos, al extremo de una rampa suave. La llegada de Hullin causó una satisfacción general. ¡Eh, señor Juan Claudio!, ¿cuándo vamos a empezar? Pronto, hijos míos, no tengáis prisa; antes de una hora habrá comenzado la partida. ¡Ah! ¡Tanto mejor!
¡Duelos... duelitos a mí! replicó Ido con sarcasmo . Eso es para los tontos. Esas cosas se arreglan de otro modo. Y vuelta a empezar bajito, para concluir a gritos: «Yo haré justicia, se lo juro a usted... Espero cogerlos in fraganti otra vez, in fraganti, Sr. D. Juan.
Usted es como muchos que tienen la diabólica manía de empezar siempre por poner obstáculos a todo lo bueno, y el que pueda que los venza. Aquí tenemos el loco orgullo de no saber nada, de quererlo adivinar todo y no reconocer maestros. Las naciones que han tenido, ya que no el saber, deseos de él, no han encontrado otro remedio que el de recurrir a los que sabían más que ellas.
Porque no hay pruebas... como ahora. Y alguna vez se ha de empezar. En fin, ya digo que hablaremos.... Necesito estar solo.... Salió también Peláez y De Pas, entonces a solas con su pensamiento, dejó que le subiera al rostro la sangre amontonada por la vergüenza... «¡Qué degradación!» pensó; y se puso a dar paseos por el despacho, como una fiera en su jaula.
Mira, ya van a empezar. Coloquémonos encima de aquellos que parecen ser los caudillos de uno de los dos ejércitos, y veamos la que se va a armar aquí.
El historiador del teatro español, que aspire á la perfección, debe por tanto, en cuanto se lo permitan las escasas noticias que existen, empezar su trabajo haciéndose cargo de los más antiguos monumentos, que demuestran la afición de los españoles á los espectáculos dramáticos, los cuales, á decir verdad, se pierden en la noche de los siglos.
En los últimos días de una primavera cortejó a una viuda aristocrática tan honesta y virtuosa, que no murmuraban de ella ni aun sus íntimas amigas. Al empezar el verano logró rendirla, y comenzado en Madrid el idilio, se dieron cita para continuarlo en un pueblecillo de baños.
Ya no le quedaba en su casa mas que el ama de llaves. ¿Qué entretenimiento podía encontrar un hombre después de esto?... ¿Era posible, á sus años, empezar una nueva colección?... Desalentado, seguía á Simoulin por la fuerza de la costumbre, abriéndose paso entre un gentío que aclamaba al maestro y no lo reconocía á él.
Al fin encontró árbol con las condiciones que el caso requería y, encaramándose en él, ató la cuerda en una de las ramas más vigorosas. En estos preparativos reflexionó que, para no ser interrumpido y quedarse a medio morir y tener tal vez que empezar de nuevo la faena, lo mejor era esperar a que el camino estuviese desierto.
Palabra del Dia
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