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«La pobrecilla dijo al fin , tiene una pasión que la domina, mejor dicho, una manía que la trae trastornada». ¿Qué es? La manía de los hijos. Dios no quiere y ella se empeña en que . De la pena que le causa su esterilidad, se ha desmejorado, ha enflaquecido, y hace algún tiempo que se está llenando de canas. Es ya pasión de ánimo. ¿Te enteraste de lo que pasó? Pues le dieron el gran timo.

¡No! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Déjeme usted! Aquel hombre se puso entonces duro y amenazador. ¡Oh! ¡Basta ya! Soy muy tonto en tomarme el trabajo de convencer á usted. Quiero salvarla y se empeña usted en perderse. ¡Allá usted! ¿Qué me importa á mi todo esto? Soy su último amigo, el más seguro, el más adicto, y Dios sabe en qué responsabilidades incurro... ¿Usted me rechaza? ¡Adiós!

El presbítero, hermano de Pérsida, se ha apoderado de Trifena, no quiere que se case con un pagano y se empeña en que se consagre en los altares y en que viva entre las vírgenes del Señor. Trifena logra escapar y busca amparo entre los brazos de su padre. Amotinado el pueblo cristiano y guiado por el clero fanático, viene en busca de Trifena y quiere llevársela.

A un filósofo que está escribiendo un tratado en que se burla de lo que él llama preocupaciones del humano linaje sobre la diferencia entre el bien y el mal, decidle: «me parece, señor filósofo, que es V. un insigne malvado, pues que de tal modo se propone combatir lo mas santo que hay sobre la tierra;» y veréis como se olvida de su filosofía, y de cuanto ha dicho sobre el vano significado de las palabras virtud y vicio, y se indigna de verse calificado de esta manera, y se defiende con calor, y se empeña en probaros que es el hombre mas virtuoso del mundo, y que en aquello mismo está dando repetidas pruebas de lealtad, de sinceridad, de honradez.

Cada uno de nosotros empeña su honor en que respetará esas condiciones. ¡Queda convenido! repitió Pedro. Ahora continuó el pintor , fuerza es que me resigne a hacer una súplica... que esto es absolutamente incorrecto, y te ruego que me excuses. He aquí de qué se trata... Si me toca dejar a mi hija huérfana, no quisiera, al menos, dejarla sin recursos.

Bueno; si V. se empeña... Y dirigiéndose al mozo con voz ronca de mando: Con azucarillo y gotas, ¿entiendes? A una copa de ron. Tráete además los cigarros, para que escojamos. Se habían sentado uno frente a otro. El cadete, siempre galante, había obligado a Miguel a sentarse en el diván, mientras él se había acomodado en una silla.

Y aunque al fin en nosotros no hay clausuras, Como en otras modestas religiones, No andará con todo eso á sus anchuras. Y es que son tantas las obligaciones En que este negro oficio nos empeña, Que el más del tiempo hacemos ceribones.

Ella nos inspirará prudente desconfianza en el resultado de nuestras investigaciones, no permitiéndonos que con precipitacion nos lisonjeemos de haber encontrado lo que buscamos. Ella nos preservará de aquella irreflexiva curiosidad que nos empeña en penetrar objetos cerrados con sello inviolable.

Pero no... la muy bestia se empeña en gobernarse sola, ¿y qué hará?... Alguna barbaridad, pero gorda. Si no, allá lo veremos». Fortunata se echó a la calle, y en la Plaza del Progreso vio muchos coches; pero muchos. Era un entierro, que iba por la calle del Duque de Alba hacia la de Toledo.

Cuando un criado, lo mismo que un magnate, se empeña en ser ridículo, sobre su opinion pesa su ridiculez, así como sobre la opinion del payaso cae la confusion burlesca de los colores que entran en su vestido. Suyo es su dinero, suya su opinion, suya su responsabilidad; á quien toca la empresa, toca el peligro, y hasta aquí nada tengo que reparar ni que oponer.