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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


El 24 salimos al ser de dia: á las dos leguas encontramos una caja de monte alto, con árboles de palo santo, á la parte del S, y á la del N, eminentes palmares que siguen como 6 leguas.

Magistrados hubo tan pusilánimes, que se figuraron que había llegado el fin del mundo; hubo hombres de Estado, eminentes, cuyos nombres me avergüenzo de escribir aquí, que dudaron de que el artículo de la Constitución que garantiza a todo ciudadano extranjero la libertad civil y religiosa, era un principio moral incontrovertible.

Y si el dialecto toscano no se hubiese convertido en lengua italiana, venciendo y obscureciendo á los demás dialectos que en Italia se hablaban, y que se hablaban en Estados poderosísimos, ricos y conquistadores, como lo fué, por ejemplo, Venecia, Italia no hubiera realizado jamás el sueño de Maquiavelo y de sus más eminentes patriotas y hombres políticos: no hubiera vuelto á tener la unidad que sólo tuvo bajo el rey bárbaro Teodorico.

La reputación de M. de Vignet está bien cimentada y es hombre de grande ingenio, muchos conocimientos y méritos de toda especie; su familia es de las principales de este país, y es seguro que llegará a ocupar los puestos más eminentes a que pueda aspirar, dada la carrera que tiene, así por propios méritos como por el apoyo de su tío el conde de Maistre, actual canciller.

Los padres son los grandes actores, los eminentes trágicos, cuando llega la hora solemne de verter lágrimas por sus hijos. Excuso decir á mis lectores que la labriega era la madre, y el labriego el padre del muchacho. A este tocó la suerte de soldado, habia ingresado en caja, se quedaba en Paris, y aquel abrazo, dulce y desgarrador al mismo tiempo, era la despedida.

Las miradas de los asistentes se fijaban con pasmo en el pecho del cacique, donde aquel día brillaba por vez primera la placa de oro, diamantes y rubíes y lustrosa banda de una gran cruz que el Gobierno acababa de concederle en premio de sus eminentes servicios.

Eminentes han existido algunos que, en mi sentir, sólo han logrado personificar las virtudes o los vicios, producir tipos o símbolos con habla y figura humana: el hipócrita, el avaro o el misántropo; pero la fuerza creadora para no limitarse a la abstracción, a la generalización, a un concepto destilado y extraído de lo real por medio del discurso, y vestido luego de cuerpo por la fantasía, y para producir individuos verdaderos, definidos, determinados, complejos en su carácter y condiciones, como son todas las criaturas humanas, y con más vida y más perfecta vida que la vida que da naturaleza: este don, este arte, pocos le han tenido como Shakspeare.

«Tenían razón en este punto aquellos necios, llegó a pensar Ana; no escribiría más». Pero ella se vengaba de las burlas, despreciándolas y desdeñando los obsequios de aquellos que su orgullo tenía por majaderos aristocráticos. Admitía el culto que se tributaba a su hermosura, pero como algunos hombres eminentes desvanecidos, uno por uno despreciaba a los fieles que se prosternaban ante el ídolo.

Con el siglo comienza también una época, en que el drama despliega todo su vigor ingénito; en que, favorecido por el espíritu poético de toda España y por la emulación de eminentes poetas, emprende raudo y glorioso vuelo, y sube hasta tal punto, que ya no se concibe ningún otro más elevado.

Verdad que al legítimo marqués de Ulloa, que era Grande de España de primera clase, duque de algo, marqués tres veces y conde dos lo menos, nadie le conocía en Madrid sino por el ducado, por aquello de que baza mayor quita menor, aun cuando el título de Ulloa, radicado en el claro solar de Cabreira de Portugal, pudiese ganar en antigüedad y estimación a los más eminentes.

Palabra del Dia

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